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Crónicas de Midgard, Volumen 1, Libro 3, Capítulo 4 - ¡Rashem y Ayamis! ¿Existen o no?



I



-... Y eso no es todo –Dijo Jiyande- hemos encontrado estatuas del Morganita Coral y otros tres soldados. Además de que la orden de Scrania está petrificada.

Mondo y Lord Metin se miraron. Su mirada no pasó desapercibida a los ojos de Jiyande.

-¿Qué es lo que saben y no nos están diciendo? ¡Hablen!

-Coral era el orador de los soles. Estaba buscando algo, aunque no sé qué –Dijo Mondo.

-Entonces el que mató al antiguo Orador, ¿fue él? Ya veo. Bueno, es un asunto interesante.

Surtur entró en la sala.

-Jiyande, tengo noticias y temo que no son agradables.

-¿A qué te refieres? Si es por lo de Astinus y su dragón...

-No, hemos revisado la biblioteca junto a los supervivientes que hemos logrado despetrificar.

-¿Han dicho algo...?

-Sí, ojos azules y pelo rubio. Es todo lo que llegaron a ver.

-Mondo quédate aquí. Iré a ver a esos supervivientes.

Mientras Lord Metin se iba, Surtur observaba su espada oscilar. Tomó una decisión.

-Iré con él.

Jiyande asintió.

-¿Qué pueden querer de alguien que protege libros? –Inquirió Jiyande luego de que ellos se fueron.

-¿Qué protegía la orden de Scrania? –Jiyande no respondía- ¿Qué había ahí?

-Nada que pueda preocuparte. Debemos juntar al consejo. Mandaré un mensaje a Cornelius. Necesitamos a un nuevo Orador. Alguien que nos dirija y creo saber quién es esa persona.



II



El Errante dormía sentado, como hacía siempre, junto a su hermano. Sus sobrinas estaban en la misma carpa que Lucca. Había usado su magia de materialización para traer unas carpas que fueran frescas y donde pareciera de noche.

Cornelius escuchó sonar la paloma y fue a ver el mensaje. Luego de unos instantes volvió donde estaba su hermano. Le contó lo sucedido y le comentó finalmente:

-El consejo de los siete se ha reunido, te quieren de líder.

El errante no dijo nada. ¿Líder él?

-Diles que no me interesa y que tú no volverás. Que alguien te reemplace hasta tanto.

-Errante, es tu oportunidad de demostrar tu valía, ¿estás seguro?

-Muy seguro. No quiero saber nada de Oradores.

De repente se escucharon pasos a sus espaldas. Algo se movía. Pudieron ver su sombra.

-¿Quién anda ahí?

-Soy Hilidan, príncipe de los oscuros. Estoy buscando a Rashem o a Ayamis -Dijo el joven sin ocultarse.

El Errante y Cornelius salieron de sus tiendas. Fuera de las carpas el sol brillaba fuertemente y hacía mucho calor.

Hilidan era el hijo de Tisha, nació justo antes de que la ajusticiaran. Su destino fue terrible.

Después de las presentaciones, Hilidan contó que lo traía hasta allí o más bien que era lo que buscaba. Como Elfos conocían a la diosa Ayamis y a Rashem.

-Temo decirte joven Hilidan que desconozco el lugar donde se encuentra Ayamis y que Rashem nunca existió –indicó Cornelius con aprehensión- Temo que tu búsqueda es en vano.

-Entiendo. Como elfo debo pedir su ayuda según el decreto del Orador para las razas...

El errante sintió un aroma. ¿Fuego vivo? Las marcas en su piel se encendieron.

-¡Errante! –Dijo Cornelius viendo las marcas en su hermano- ¿Qué significa...?

-Huyan... Fuego vivo... ¡Rastreadores! ¿Qué hiciste Hilidan?

-Me acusan de haber tenido una relación amorosa con ella –Señaló a Altea- ¡explícaselos! ¡Eres la única que puede salvaguardar mi vida!

Las flechas en llamas volaron de los diferentes árboles directo hacia ellos.

Altea y Lucca se miraron y juntas usaron el poder de la tierra para construir un muro a su alrededor. Las flechas silbaron unas tras otras e impactaron en el muro.

-¡Debemos huir!

-No será necesario –Dijo Odi, quien en realidad era Crushank, con una sonrisa- ¡Deténganse! Yo me encargaré.

Odi desde detrás del muro comenzó su hechizo.

-Conciencia del dominio de los elementos –Dijo concentrándose a la vez que bailaba las runas que formaban el hechizo- oscuridad que yaces en mi alma inmortal. ¡Enciéndete! ¡«Tempestad dragoniana del fuego»!

Se escucharon unos gritos agónicos y luego el crujir del fuego en los árboles cercanos.

-¡Mi magia es poderosa!

-¿Quién eres niño? –Dijo Cornelius en un grito mientras su hermano se retorcía de dolor.

-Soy el dragón Crushank. He oído a mi alma atormentada y les daré un consejo: Háganse a un lado de mi camino.

-¡Mátalos! -escuchó en su mente-.

-¡Así no hago yo las cosas Gerard!

-Como quieras, ¿Qué harás ahora?

-Huir supongo. Donde no puedas encontrarme.

-¡Crushank! Ayúdanos -le pidió Lucca-.

-Lo siento. Pero no puedo. Es natural en los dragones hacer el mal.

-Puedes evitarlo.

-No puedo. Mientras este disperso por el mundo, nunca seré amo de mí mismo.

-Ayuda a Kait. ¡Prométemelo!

-La verdad. Es que tú amigo... -y mirándola a los ojos se lo dijo- ... es mi hermano, es mi otro yo. Es una de las partes que quedan de mí.

-¡El olor del fuego vivo altera mis heridas! -Gritó el Errante- ¡Apáguenlo!

Crushank observó a Lucca y después miró sus manos. ¿Qué era él? ¡Un monstruo! ¡Una deformidad! ¡Eso era!

-Hilidan, lo siento...

Corrió al muro mágico y, convirtiéndose en dragón, alzó vuelo.

Altea, que se había aprendido la magia de convocación elemental, hizo los pasos y el río que estaba cerca se desbordó apagando el intenso fuego.

El Errante sintió enseguida que su magia se neutralizó.

-El fuego vivo de los elfos solares y Crushank está preparado para quemar incluso al olerlo, eran rastreadores –dijo Cornelius- ¿Puedes caminar? Tendremos que ir a pedir ayuda a los cuatro gigantes dormidos. Nosotros solos no podremos.

-Disculpen –Dijo Hilidan- conozco un camino subterráneo. Lo llaman «Erial de los gigantes», está cerca.

-¿Es esto cierto? –Inquirió El Errante- ¿Sabes el camino?

-Así es, mi padre –La idea de que su padre se encontrase muerto lo asustaba- bueno, él, me llevaba muy seguido.

-En marcha, no tenemos tiempo. Fuerzas oscuras se están moviendo y nuestro destino es incierto. LLévanos –Dijo Cornelius a lo que los demás asintieron- Te seguimos oscuro.



III



Los árboles de Kinian eran altos y de gran envergadura.

El árbol central, llamado «Altar de los altos elfos solares», era considerado sagrado. No era una cosa que se discutiera.

¡Como deseaba ser parte de la orden de Scrania! Vigilar aquellos miles de papiros y rollos antiguos. ¿Qué dirían si él entrara a echar un ojo? Pero su trabajo no era ese. ¡Él era un rastreador! Había recibido la orden de no perseguir a Hilidan sino más bien encontrarlo y re dirigirlo al centro de Kinian. Su juicio estaba negado. Habían encontrado petrificado a Coral que a su vez se había hecho pasar por Astinus. Sin embargo, el verdadero Astinus había huido a lomos de Jimba. ¿Cómo habría hecho para controlarlo? ¡Si solo Nimbluzz estuviese vivo! ¡Cuán diferente sería todo! Su padre le contaba historias que le contaba su abuelo y a este su abuelo, sobre Nimbluzz. Un hombre de coraje, dotado de bondad y poder para hacer el bien.

Sintió una ráfaga de viento, y cuatro personas pasaron por su lado. No pudo detectarlos tan fácilmente. Otra ráfaga de viento le pasó por al lado y cuatro más pasaron.

-¿Qué significa esto? –Sus ojos se empañaron y vio una lágrima caer.

-Lo siento –Dijo un hombre alto con los ojos cubiertos- Mi nombre es Josué y voy a liberarlos del odio.



IV



Lord Metin y Surtur, el hijo de Muspelheim, iban de árbol en árbol. Habían recibido novedades de una revuelta, llámese ataque, en Anlian. Fuerzas desconocidas reclamaban hablar con madre.

Lord Metin se mordía el labio inferior. ¿¡Que estaba pasando!? Sin lugar a dudas se trataba de aquel enemigo mencionado en el libro de Nimbluzz.

Los hombres se volvieron ciegos

Y cegados por su propio dolor.

Nunca sabiendo cuando morir

Nunca sabiendo cuando nacer.

Si la razón de nacer es la memoria

La amnesia es la razón para morir.

Y haciendo uso de la memoria:

No encuentro forma de revivir.

Libro de Nimbluzz S8; C89; D13.

Esta antigua profecía nombraba al ser ciego. «Alguien» que no distinguía entre la muerte y el renacimiento, probablemente, en Alflheim. Aunque una pregunta surgió en la mente de Lord Metin. Se detuvo a medio andar y Surtur frenó allí mismo.

-¿Pasa algo príncipe? –La última palabra fue expuesta con una leve sorna.

Memorias. ¿Cómo fue que llegaron ahí? ¿Cómo es que descubrí mi identidad? Veo vendas. Estoy en Alflheim. Una humana rubia vestida de rojo. ¿Reina Roja? Un niño que tocaba una música hermosa. ¿Yuz? Un baile. ¿Mi padre está ahí? ¡Agh! Mi cabeza... Itai... mi nombre... Itai.

Fui criado por el errante junto a Belén y Yuz. Él mismo se puso de acuerdo con el rey de Miltran y planeó todo nuestro encuentro. Belén se uniría al grupo de Josué al igual que Yuz. Además había oído al rey decir que su hijo había muerto. Una enfermedad del corazón. Ellos habían decidido ocultar la muerte hasta que se hizo inevitable. Y fue allí que se cambió de nombre y se hizo pasar por hijo del rey.

-¿Estás bien príncipe?

-¿Cuánto sabes realmente?

-Lo suficiente para destruirte a ti y a tu mundo –enseñó su mano y allí estaba tormenta de acero... la misma que se había enterrado en el abdomen.

-Conozco el poder de esta espada –agregó- antes del Ragnarok fui su dueño. Mi gente y yo hemos pactado con madre Freya y padre Loki –Sonrió sínicamente- ¿Acaso pensabas que eras el único que podía leer mentes? No. En realidad no leo mentes –Aclaró mirando a su contrincante- dando la mano puedo conocer detalles de su vida o familia. Eres Itai Metin, tu padre, en busca de tierras legendarias y estúpidas fantasías, te dejó a cargo del Gran Errante: Elfo legendario que logró derrotar a Joan de la orden de Scrania.

Itai apretó los dientes. No le había dado la mano, pero se la había rechazado tocándola.

-¡Maldito seas!

Una explosión se escuchó en la distancia. Más exactamente: Anlian. Sin embargo, la explosión no sorprendió al hijo de Muspel.

-Ha llegado el líder y tú enemigo: la cofradía del puño de Odín.

Itai, adolorido aún, recordó a Belén y a Yuz. Las Nornas habían predicho aquello. Estaba en sus planes.

-¿Crees que te dejaré escapar tan fácilmente hijo de Muspel? Me has subestimado, y ese fue tu último error.

Una armonía. Una música. ¡No podía ser!

Unas espinas largas se clavaron en su muñeca. Eran doradas.

La música lo obligaba a tomar el arma y matarse. Se resistía pero la música era una magia poderosa y asesina.

-No dejaremos que levanten de la muerte a los dioses del Caos... -Dijo una elfa solar de gran porte- ... Surtur, hijo de Muspel, Dinos todo lo que sabes.

-O estarás muerto.

Estás últimas palabras fueron pronunciadas por un Oscuro. El Oscuro estaba vestido de Blanco. Un clérigo. ¿Acaso...? Belén, Yuz, Ayamis y el propio Rashem.



V



-¿Yuz estás seguro? Es peligroso- -Dijo Belén en un recuerdo de Itai-.

-No nos queda otra alternativa. Debemos engañar a Gerard hasta que descubramos sus intenciones. Repasemos el plan: Creo una ilusión musical en la mente de todos los que nos ven. En ella tú traicionas a Gerard y yo muero, no sin antes matarte, dejo la flauta falsa que es tomada por Ayamis e invento una pelea con Atlus, quien en realidad es Rashem: clérigo de Nitsurg, donde se enfrentan a muerte. Todo falso.


VI



La música continuaba sonando

-¿Por qué? ¿Por qué hacer eso si puedes obtener poder? –Gritó Surtur- Aunque, ya lo sabía...

-¡El grito fue una treta! ¡Hay más hijos de Muspel! –Indicó Rashem sacando su bastón de mago. Era curvo y poseía un orbe en forma de media luna. Se lo acomodo detrás de la espalda y todos sacaron sus armas. Belén sus Katar retractiles; Yuz siguió con su melodía tratando de dominar la mente de Surtur mientras se escondía en algún lugar cercano;

Ayamis preparó a las fuerzas de la naturaleza: Los golems, marionetas gigantes hechas de barro muy fuerte, y los animales salvajes que allí habitaban.

Itai tomó la espada de manos de Surtur y se la arrancó.

-Podrán contra mí, pero la guerra aún no comienza. ¡Padre y madre estarán felices!

Itai tomó un envión y cortó las manos de Surtur. La sangre negra brotó quemando la base del árbol donde cayó el líquido.

-¡Has silencio! ¡Estás ante el rey de Miltran! –Gritó Itai enfurecido.

Y de un tajo rebanó su cabeza la cual despedía aquel líquido.

La cabeza cayó al vacío y el cuerpo se deshizo en aquel júgo.

-¡Han matado a nuestro rey!

-¡Muerte a las razas inferiores!

-¡Sí!

El sonido del cuerno les dio la primera pauta. Estaban rodeados. Incluso Yuz solo podía manejar a uno de ellos.

Cuatro sujetos pasaron junto a ellos. Con furia y una magia desenfrenada acabaron en un instante con los hijos de Muspel.

Todos se asombraron al ver su vestimenta. Capas negras con el ojo violeta de... ¡La orden de Scrania!

Los cuatro guerreros se apostaron alrededor del círculo de hombres y Semi-dioses.

-Permitan que nos presentemos: Somos los cuatro menores de la orden de Scrania. No solo protegemos los libros secretos sino también a nuestra diosa Ayamis.

-Bienvenida diosa. Hemos estado orando a la conciencia por su salud y bienestar. Esto estaba escrito, se suponía que debía pasar.

-¿Entonces no son enemigos? –Dijo Belén guardando sus Katar- Es un alivio.

-¡Ese ojo no es de Scrania! –Gritó Ayamis- ¡No guardes tus armas Belén!

La más petiza se había lanzado velozmente contra Belén.

-¡Belén! –Gritaron todos mientras una cuchilla cortaba a belén a la mitad. Todos ahogaron un grito- ¡No está!

-No se les olvide que soy alquimista. Y de las mejores.

En el instante que la chica acuchillaba, belén usó polvos evanescentes y cambió lugares con la joven que en ese mismo momento fue penetrada por La habilidosa alquimista.

-Itai, Yuz y yo fuimos hechos para el combate. Rashem y Ayamis deben ir al pueblo, nosotros tres nos encargaremos de esto.


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