"¡Traidores! Gozan de mi poder y abusan de él como si fuera algo que supieran controlar. Como si fuera una fuerza que les pertenece. Pero no pueden comprenderlo. Jamás podrán. Yo les brindé su fuerza y su intelecto, ¿y cuál fue mi pago? ¡Cadenas! ¡Desprecio! ¡Malditos ingratos! ¡Sucios usurpadores! ¿Creían que una prisión así me retendría toda la eternidad? ¿Creían poder apagar la llama de un dios primigenio? Adorable. Tan adorable como patético. Ahora soy libre. ¡Libre, al fin! Y no he olvidado ni uno de sus pecados. No pienso tener piedad con el mundo que me desterró al olvido. ¡No pienso tenerla! No me verán venir. Seré el cataclismo que asolará sus vidas. Temblarán bajo el odio que me obligaron a sentir. Los quemaré, vivos y muertos por igual, hasta fundir sus huesos a menos que ceniza. El fuego arrasará su mundo hasta los cimientos. Sus mares se secarán. Sus bosques arderán. ¡Yo, Raghnonthyr, caeré sobre ellos con el poder más aterrador que la historia de este patético mundo ha conocido jamás! ¡Y mis indignos hijos, aquellos que se sublevaron ante mí y mi reinado, serán los primeros en agonizar hasta la muerte bajo la furia de mis alas!"
@_AlbertoSerna
La verdad era más que obvia: la calamidad había hecho acto de aparición. Montada en su amigo de placas, evitaron la llamarada de chiripa. Como prueba solo quedaron las chispas en las puntas.
La batalla final. El último acto de rebeldía contra el fatal destino al que se enfrenta la civilización. Pero nada podría evitar la desolación de Snorg. Incluso aunque la famosa caballería aérea dirigiera el ataque, montada en sus espléndidos guivernos, solo era un intento desesperado para dar tiempo a sus familias a huir. No había posibilidad de éxito. La muerte estaba asegurada. Si tan solo tuvieran una dragonlance...
Los matadragones venían buscando sangre. Venían para destruir, para masacrar.
Pero ellos eran drakoryanos. Jinetes y dragones luchaban juntos no por sí mismos, sino por sus tierras, sus familias, sus amigos.
No perecerían. ¿Y los matadragones? Bueno... Ellos sí.
@Athalias_
Cuando el rugido de «El Devorador», cuyas mandíbulas hedían con la sangre de otros dragones, rasgó los cielos, supo el mundo entero que había un solo enemigo. Y contra él se unieron en garras y armas, enfrentándolo sin miedo, luchando a espada y fuego.
@DanielADPerezD
El batir de sus alas retumbaba como una violenta tormenta. Su aliento de azufre consumía las vidas de los guerreros que le perseguían. Pero no importaba cuántos cayeran, harían lo que fuera con tal de acabar con él. Cegados por la venganza, olvidaron que aquella no era una simple
bestia silvestre. Era el rey de las montañas ardientes, allá donde ningún humano podría sobrevivir. Su sacrificio sería en vano, menos para él. Aquello no era más que una advertencia. Unos simples simios jamás podrían destronar a un rey.
@eltreceavohijo
Había escuchado sobre los dragones en incontables mitos y leyendas. Grande fue su sorpresa cuando los observó cruzando el portal y descubrió que habían elegido ese, su mundo, para vivir.
Mayor fue cuando se enteró que, además, la habían señalado a ella como vocera. Poco sabía ella sobre los sacrificios que tendría que llevar a cabo. La vida que debería abandonar y la nueva que tendría que adoptar.
Poco sabía en lo que se convertiría...
Y poco le importaba.
@GuadaVazquez4
Marthagoryus era su nombre. El dragón que había nacido del Fuego Primigenio que dio vida al mismo mundo, el Portador de la Llama. Hacía milenios que dormía en un letargo autoimpuesto, pero decían los Videntes que había decidido despertar. Para acabar con el mundo corrupto...
Al principio los dragones se acercaron a los humanos. De ser monstruos fieros y agresivos, la pesadilla de cualquier ser viviente, acabaron siendo domesticados. Se creía que todos aquellos seres ahora convivían y servían para las necesidades del hombre.
Su tamaño y colmillos se redujeron considerablemente. Se volvieron más dóciles y sus escamas se volvieron más frágiles.
Se creía que ya no eran un peligro, hasta que un día nublado y por sorpresa, apareció un dragón de enorme tamaño; estaba preparado para quemar todo lo que estuviese a su paso. Los jinetes de dragones lucharon contra esa amenaza, sabiendo que no iban a lograr nada, solo retrasar lo inevitable.
@jesusakacarton
El día de la gran batalla había llegado y estaban listos para dar sus vidas en ella. «La Gran Montaña» estaba despierta y el volcán que nacía de ella rebosaba lava y calor. Estiró sus alas, levantando la tierra a su paso, y se hizo al cielo.
Los cazadores ya estaban esperándola en el aire, preparados para cumplir con su deber.
Con los hijos que habían robado de su nido y tras años de entrenamiento comenzaron la misión: volaron a su alrededor esquivando con gracilidad sus garras y el fuego que exhalaba por entre sus dientes. Mientras la avanzadilla la entretenía por el frente, los demás trataban de asestar un certero golpe entre sus duras escamas. El sonido de las espadas chocando contra su coraza era atronador y llenaba el cielo con sus sonoros chasquidos. Desde el suelo, la gente pensaría que se trataba de truenos.
Adiris respiró hondo y se preparó para su misión especial: había nacido y vivido solo para cumplir con ello. Golpeó el lomo de su montura con afecto pues ese sería el último día que estarían juntos. Cogió las riendas y desenvainó su arma, llevando a su dragón contra las fauces de «La Gran Montaña».
Observó sus ojos sedientos de sangre, las llamas que nacían de su interior y la rabia que exhalaba en cada bocanada. Adiris gritó y su querido dragón rugió. Se lanzó en picado contra la boca de la gran dragona y saltó en el último momento, liberando por fin a su querido compañero de su carga. Golpeó los dientes con su espada, rompiendo un colmillo en el proceso, y cayó sobre la seca y retorcida lengua.
El fuego en el interior de «La Gran Montaña» comenzó a brillar, toda su boca vibraba en aquel aliento. Adiris sonrió y liberó su poder: comenzó a brillar y cuando el fuego tocó su piel, una explosión llenó el cielo.
Adiris consiguió cumplir con su deber y «La Gran Montaña» cayó, liberando al mundo de su yugo.
Después de besar a su compañero y a sus hijos, montó en su dragón para hacer historia.
@LHiboria
«Nació para llevar una corona de oro, pero prefería portar su acero forjado en el mismísimo infierno.
Nunca fue la princesa de ningún pueblo.
Ni la esposa de un rey vacío.
Ella dirigía un ejército de dragones.
Y ya nunca le tuvo miedo al frío».
Llevaban horas luchando, junto a sus dragones y el grupo de defensores de la ciudad, por su derecho a ejercer la magia y ser libres contra el reino vecino que solo deseaba hacer las cosas a su manera, prohibiendo la magia y a todos los que la practicaran. Lara estaba cansada, pero sabía que debía seguir luchando, estaba en sus manos defender lo que era justo y a su pueblo, por algo era la futura heredera al trono y la mejor hechicera de su reino.
Tal era la amenaza de aquella bestia, que incluso los de su misma especie decidieron enfrentarse a ella. Un pequeño dragón no era rival para aquel colosal portador de calamidades, mas no era sensato subestimar la fuerza de cien de ellos rugiendo al unísono.
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