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Crónicas de Midgard, Volumen 1, Libro 3, Capítulo 4 - ¡Rashem y Ayamis! ¿Existen o no?

I -... Y eso no es todo –Dijo Jiyande- hemos encontrado estatuas del Morganita Coral y otros tres soldados. Además de que la orden de Scrania está petrificada. Mondo y Lord Metin se miraron. Su mirada no pasó desapercibida a los ojos de Jiyande. -¿Qué es lo que saben y no nos están diciendo? ¡Hablen! -Coral era el orador de los soles. Estaba buscando algo, aunque no sé qué –Dijo Mondo. -Entonces el que mató al antiguo Orador, ¿fue él? Ya veo. Bueno, es un asunto interesante. Surtur entró en la sala. -Jiyande, tengo noticias y temo que no son agradables. -¿A qué te refieres? Si es por lo de Astinus y su dragón... -No, hemos revisado la biblioteca junto a los supervivientes que hemos logrado despetrificar. -¿Han dicho algo...? -Sí, ojos azules y pelo rubio. Es todo lo que llegaron a ver. -Mondo quédate aquí. Iré a ver a esos supervivientes. Mientras Lord Metin se iba, Surtur observaba su espada oscilar. Tomó una decisión. -Iré con él. Jiyande asintió. -¿Qué pueden querer de alguien que p...

Precuela «La suerte de Yolce»


El mago Hiru se disponía a salir del pueblo de las halflings, pero como era de esperar,

y él ya lo sabía según puso un pie allí, el pequeño Yolce le estaba siguiendo para poder

irse con él a vivir fuera de su pueblo. Su pasión y su alegría siempre hacían que el

mago quisiera llevarle con él, pero su inocencia e ineptitud en el combate ganaba a la

alegría y pasión. El joven estaba escondido en un árbol, como siempre. El mago le

llamó y este salió con la cabeza gacha, pero con una gran sonrisa, nunca perdía esa

sonrisa.

—Yolce, ¿otra vez? Ya sabes que no puedo llevarte conmigo, se lo prometí a tu

familia —le regañó el mago, aunque su tono era juguetón—. ¿Por qué quieres

venirte? Pones demasiado empeño en salir de aquí y no lo entiendo…

—Porque quiero descubrir nuevas cosas, Hiru. ¿No estarías aburrido de estar

siempre en el mismo sitio? Todos los días lo mismo. Ya me he cansado, quiero vivir

una gran aventura y que mi nombre sea recordado por todos los reinos que existan. —Hiru suspiró al escuchar aquellas palabras, entendía al pequeño Yolce, pero él no sabía

lo que hay fuera de su pueblo.

—¿Sabes acaso lo que hay allí fuera, Yolce? Hay muchos peligros, la vida allí

no es nada tranquila. Tienes que enfrentarte a… —Yolce le cortó con un quejido antes

de que pudiese seguir hablando e intentando meterle miedo para seguir viviendo en el

pueblo.

—Para ya, Hiru. —Yolce estaba cabreado, algo que jamás había visto Hiru. Un

halfling cabreado, y eso le sorprendió bastante y dejó que el joven expresase su furia

con palabras—. Siempre igual. Claro que sé los peligros que existen fuera de aquí.

Siempre nos los cuentas, incluso habrá muchos que no nos cuentas por no

preocuparnos, no soy tonto, Hiru. Quiero salir de aquí. Lo necesito. Quiero ser libre y

vivir esas experiencias por mi propia cuenta, no que tengas que contarme tú las

historias. Sé que soy joven, ¡me doy cuenta cada vez que me levanto! Pero no por eso

debes tratarme así, como si no supiese nada de lo que hay fuera. Déjame ir contigo,

por favor.

Hiru suspiró, el joven estaba en lo cierto y eso le dolió bastante al mago. Había

hecho sentir mal a su amigo y no quería que se volviese a repetir. Siempre le había

tenido más aprecio que a los demás. Yolce siempre estaba intentando jugar o

sonsacarle información de fuera. Siempre era el primero en venir a darle un abrazo y

el último en despedirse de él. Hiru estaba arrepentido por todo y se lo expresó como

mejor pudo.

—Lo siento mucho, Yolce. Me he portado mal contigo al tratarte así. Sé que

eres un joven que se desenvolvería bastante bien fuera, pero me da miedo perder a un

amigo allí. Ya he perdido demasiados amigos y no quiero perderte a ti también. Así

que vamos a hacer un trato, ¿vale? —los ojos del halfling brillaron al escuchar

aquellas palabras y su cabreo se esfumaron de inmediato. Se acercó un poco hacia él y puso toda la atención que podía en las palabras que iba a decirle—. La próxima vez

que vuelva, te dejaré que vengas conmigo, así verás el reino con tus propios ojos.

El halfling empezó a dar saltos de alegría y a dar pequeños chillidos agudos

que destrozaban los tímpanos del mago. Este le frenó con una mano y siguió

hablando:

—Pero tú debes prometerme que entrenarás. Que empezarás a practicar para

estar preparado para el exterior. ¿Me lo prometes?

— Sí, sí, sí, claro que te lo prometo, Hiru. —Yolce no paraba de sonreír y de

imaginar cómo sería la aventura que vivirían juntos. Un pensamiento le frenó en seco

—¿Y cuándo vas a volver por aquí?

—Tan impaciente como siempre, pequeño. No tardaré mucho, tengo unos

asuntos que hacer. Dicen que hay espíritus merodeando por algunas ciudades y debo

ocuparme de ellos. No tardaré, lo prometo.

Los dos amigos se fundieron en un abrazo cálido y se separaron, a la espera de

volver a verse y poder viajar juntos. Yolce se fue feliz, en cambio, Hiru estaba confuso

por aquel viaje con Yolce. No sabía aún cómo lo haría, pero iría con él de viaje,

aunque fuese uno corto. Mientras caminaba fuera de aquel bosque que rodeaba el

pueblo, dijo en alto, como para que se le quedase en la memoria:

—La próxima vez debo de contarle la verdad sobre los halflings.


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