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Precuela «La suerte de Yolce»
El mago Hiru se disponía
a salir del pueblo de las halflings, pero como era de esperar,
y él ya lo sabía según
puso un pie allí, el pequeño Yolce le estaba siguiendo para poder
irse con él a vivir fuera
de su pueblo. Su pasión y su alegría siempre hacían que el
mago quisiera llevarle
con él, pero su inocencia e ineptitud en el combate ganaba a la
alegría y pasión. El
joven estaba escondido en un árbol, como siempre. El mago le
llamó y este salió con la
cabeza gacha, pero con una gran sonrisa, nunca perdía esa
sonrisa.
—Yolce, ¿otra vez? Ya
sabes que no puedo llevarte conmigo, se lo prometí a tu
familia —le regañó el
mago, aunque su tono era juguetón—. ¿Por qué quieres
venirte? Pones demasiado
empeño en salir de aquí y no lo entiendo…
—Porque quiero descubrir
nuevas cosas, Hiru. ¿No estarías aburrido de estar
siempre en el mismo
sitio? Todos los días lo mismo. Ya me he cansado, quiero vivir
una gran aventura y que
mi nombre sea recordado por todos los reinos que existan. —Hiru suspiró al
escuchar aquellas palabras, entendía al pequeño Yolce, pero él no sabía
lo que hay fuera de su
pueblo.
—¿Sabes acaso lo que hay
allí fuera, Yolce? Hay muchos peligros, la vida allí
no es nada tranquila.
Tienes que enfrentarte a… —Yolce le cortó con un quejido antes
de que pudiese seguir
hablando e intentando meterle miedo para seguir viviendo en el
pueblo.
—Para ya, Hiru. —Yolce
estaba cabreado, algo que jamás había visto Hiru. Un
halfling cabreado, y eso
le sorprendió bastante y dejó que el joven expresase su furia
con palabras—. Siempre
igual. Claro que sé los peligros que existen fuera de aquí.
Siempre nos los cuentas,
incluso habrá muchos que no nos cuentas por no
preocuparnos, no soy
tonto, Hiru. Quiero salir de aquí. Lo necesito. Quiero ser libre y
vivir esas experiencias
por mi propia cuenta, no que tengas que contarme tú las
historias. Sé que soy
joven, ¡me doy cuenta cada vez que me levanto! Pero no por eso
debes tratarme así, como
si no supiese nada de lo que hay fuera. Déjame ir contigo,
por favor.
Hiru suspiró, el joven
estaba en lo cierto y eso le dolió bastante al mago. Había
hecho sentir mal a su
amigo y no quería que se volviese a repetir. Siempre le había
tenido más aprecio que a
los demás. Yolce siempre estaba intentando jugar o
sonsacarle información de
fuera. Siempre era el primero en venir a darle un abrazo y
el último en despedirse
de él. Hiru estaba arrepentido por todo y se lo expresó como
mejor pudo.
—Lo siento mucho, Yolce.
Me he portado mal contigo al tratarte así. Sé que
eres un joven que se
desenvolvería bastante bien fuera, pero me da miedo perder a un
amigo allí. Ya he perdido
demasiados amigos y no quiero perderte a ti también. Así
que vamos a hacer un
trato, ¿vale? —los ojos del halfling brillaron al escuchar
aquellas palabras y su
cabreo se esfumaron de inmediato. Se acercó un poco hacia él y puso toda la
atención que podía en las palabras que iba a decirle—. La próxima vez
que vuelva, te dejaré que
vengas conmigo, así verás el reino con tus propios ojos.
El halfling empezó a dar
saltos de alegría y a dar pequeños chillidos agudos
que destrozaban los
tímpanos del mago. Este le frenó con una mano y siguió
hablando:
—Pero tú debes prometerme
que entrenarás. Que empezarás a practicar para
estar preparado para el
exterior. ¿Me lo prometes?
— Sí, sí, sí, claro que
te lo prometo, Hiru. —Yolce no paraba de sonreír y de
imaginar cómo sería la
aventura que vivirían juntos. Un pensamiento le frenó en seco
—¿Y cuándo vas a volver
por aquí?
—Tan impaciente como
siempre, pequeño. No tardaré mucho, tengo unos
asuntos que hacer. Dicen
que hay espíritus merodeando por algunas ciudades y debo
ocuparme de ellos. No
tardaré, lo prometo.
Los dos amigos se
fundieron en un abrazo cálido y se separaron, a la espera de
volver a verse y poder
viajar juntos. Yolce se fue feliz, en cambio, Hiru estaba confuso
por aquel viaje con
Yolce. No sabía aún cómo lo haría, pero iría con él de viaje,
aunque fuese uno corto.
Mientras caminaba fuera de aquel bosque que rodeaba el
pueblo, dijo en alto,
como para que se le quedase en la memoria:
—La próxima vez debo de
contarle la verdad sobre los halflings.
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