(Ilustración de Chris Cold, @talesofthedamned en Instagram)
"¡Únete a nosotros!"
[Puedes cambiar tu clase a la clase legendaria Heraldo de la Oscuridad, traidor de la humanidad] [Aceptar] [Rechazar]
[Puedes cambiar tu especie a demonio] [Aceptar] [Rechazar]
Los avisos aparecieron en la visión de Glob. Con un movimiento de mano desplegó los menús y abrió las descripciones detalladas. Todo eran ventajas...
"Eres el humano más poderoso que hemos conocido, has luchado con orgullo y destreza, pero la humanidad es insignificante delante de la marea negra. ¡Sé testigo del albor de nuestra Era! ¡Sé nuestro heraldo!"
Glob había tenido un día de esos, un mal día. Al levantarse, todo pintaba requetebien. Había quedado con sus amigos para acometer aquella peligrosa misión, la de la invasión de la marea negra. ¡Llevaban meses planeándolo! La ilusión se había ido por el retrete con un puñado de llamadas. ¡Mi hijo se ha puesto malo! ¡Mi suegra se ha caído! Las palabras se las llevaba el viento, pero las excusas no. Suspiró.
"Levántate y jura lealtad a Azrael, Señor de las Sombras Oscuras..."
Aquel demonio era más pesado que los vendedores telefónicos. Un poco de tranquilidad, uno no podía cambiar de clase por el simple hecho de que te diera un salto cualitativo en poder. Glob tenía principios. No es que le preocupara abandonar a la Humanidad, pero sí que le importaba perder su humanidad. ¿Se habían mirado alguna vez aquellos bichos al espejo? ¡Eran feísimos!
No, definitivamente no podía hacerle aquello a la Humanidad. ¡No podía dejarles sin su rostro más bello!
"No"
"¿No?"
Azrael quedó perplejo ante su negativa.
[Has rechazado el cambio de clase]
[Has rechazado el cambio de especie]
[Hasta la diosa Evrit han llegado los ecos de tu valiente "no". Evrit te bendice y pide que seas su campeón]
[Puedes cambiar tu clase a la clase legendaria Evilslayer, Devils May Die] [Aceptar] [Rechazar]
Interesante, una clase especialista en eliminar demonios. ¡Justo lo que necesitaba y sin tener que cambiar de cara! ¿Estaba cambiando la suerte de su día? Glob le dio al aceptar.
"¡Estúpido humano! ¿¡Acaso crees que puedes desafiar a la marea negra!?"
En las dos manos de Glob se materializaron dos pistolas mágicas, las Tween Thunderbolt. En su espalda apareció la espada de luz. Sonrió y miró desafiante a Azrael.
"Veremos".
Y Amadís, de rodillas, sin fuerzas, vio la vida pasar. Asmódelo se sentía triunfal, mas poco sabía de la entereza de su víctima. Este se apañó como pudo, se puso en pie y le espetó:
––Yo he ganado.
Jamás un viaje de redención había terminado de forma tan trágica, con él llegando a lo que parecía el fin del mundo, y un ejército añado preparando su invasión del mundo humano.
Eran tantos que emborronaban el cielo. Su fin último era terminar con el mundo pero, con cada muerte, engendraban una nueva vida.
Por sus pecados, al morir, fue a parar al lugar donde moran las almas endemoniadas. En un último acto de fe, intentó enmendar sus fechorías sacrificando su alma para salvar a un joven a punto de suicidarse. Sin embargo, nada ablanda a un demonio sin moral y hambriento de dolor.
—Siempre igual —se quejó la necrófaga criatura—, siempre que nos vamos a dormir se nos llena el planeta de bichos.
—Creo que son monos —repuso su compañera.
—Me da igual lo que sean, cuando me echo una siesta de pocos miles de años me gusta ver mi mundo tal y como lo dejé, no lleno de criaturas que lo infectan con su dichosa "vida".
—Mira, ahí hay uno —alcanzó a ver—. Qué asco de simio, creo que al tener menos pelo huele peor todavía.
—Y que lo digas —extendió las alas—. Pero bueno, qué se le va a hacer, lo dejaremos todo bien muerto, quemado, y estéril, que es como tiene que estar, y luego seguiremos con lo nuestro. Peores plagas hemos tenido.
—No, no... —musitó Báldor, rendido, mientras contemplaba la hueste oscura dirigiéndose hacia el reino.
Buscó en su interior un hálito final, pero ya lo había exhalado, buscó una razón para continuar, pero ya las había agotado. No había fuerza en su interior, tenía el cuerpo roto y no le respondería. Se le escaparon las lágrimas y le recorrieron el rostro sucio, ensangrentado. Debía haber algo, al menos una esperanza.
—Será mejor así —dijo de pronto Málkarath, el comandante enemigo. Báldor salió de sus pensamientos y lo escuchó sin mirarlo—. La humanidad encontrará pronto su final, y así mucho mal será evitado. He visto el futuro, lo que aguarda al mundo si no se erradica esta especie. Los reyes ansiosos de poder se contarán por miles, los humildes serán esclavos del mezquino sucesor del oro y las piedras preciosas, y agacharán la cabeza con tan solo tener un extraño artefacto en las manos. El ingenio, el amor y el arte serán arrojados al olvido, pudriéndose y considerándose rarezas dignas de mofa. La crueldad de esos que hoy nos llamarían monstruos será inconmensurable, su voracidad ilimitada; devorarán al resto de bestias, y en ocasiones a los de su propia calaña. Aquel que más tenga, más podrá hacer; esa será la justicia reinante. ¿Es ese el mundo que deseas preservar?
Y mientras decía estas palabras, Málkarath puso estas visiones en la mente de Báldor, y el valeroso guerrero se desplomó horrorizado, con las lágrimas fluyendo con fuerza. Poco a poco, dejó de temblar.
—Duerme —susurró el enemigo. De fondo aún se oían las alas de sus aliados rasgando el viento—. Será mejor entregarse al sueño que vivir la pesadilla.
Así fue como Báldor pereció, derrotado y sin esperanzas, pero cargado de dudas. No obstante, el tiempo también vencería a Málkarath, y algún día desaparecería.
Con el paso de los siglos y los milenios, aquellos demonios que había liberado cambiarían, transformándose en las deleznables criaturas que había visto al escudriñar el futuro, en humanos. El destino no se podía cambiar de ninguna manera, pues la supuesta especie más inteligente debía cumplir la condena de girar en círculos eternamente.
@DanielADPerezD
El cielo oscureció en un segundo...
Cual enjambre de langostas, los Ángeles Caídos se abrieron paso por La Tierra. Y ni siquiera Abadón, quien había guardado las llaves del Abismo por tanto tiempo, parecía estar a salvo ante la destrucción que acababa de empezar...
Todo era culpa suya. Se había dejado engañar y les había abierto la puerta. Ahora sólo podía contemplar, arrodillado e impotente, cómo los antiguos enemigos de los Hombres tomaban la tierra que antaño fuera suya.
Durlaik, "alas negras". Habían vuelto, y se cobrarían venganza.
Revolotean por el cielo como un verdadero enjambre de oscuridad, y sé cuáles son sus emociones. Aunque hayamos exterminado la amenaza, su mera presencia pone en peligro nuestro hogar. No estamos tan aislados como creíamos. Y si uno ha sido capaz de llegar hasta aquí otros lo harán también. Y ese momento está peligrosamente cerca. Miro a mis hermanos con tristeza, consciente del miedo que se aprecia en los movimientos de sus alas. No les culpo. Yo también he sentido un escalofrío al ver llegar a este humano.
«Un demonio que ha perdido no es nada más que un ser despreciable. Es una vergüenza para lo que algún día fue su especie y está condenado a vivir por toda la eternidad en un mundo donde no pertenece.
Sin embargo, Agaroth no se arrepiente de la decisión que tomó. No dudó cuando suplicó que le arrebataran las alas y apenas lloró cuando las arrancaron de su cuerpo. El lacerante dolor y las heridas se apagaron cuando vio su sonrisa, pues por ello lo hacía y no le importaba nada más. Traicionar a una especie o ser exiliado por toda la eternidad, eso quedaba relegado a la nada si podía permanecer un día más a su lado. Si podía coger sus manos y besar sus labios sin temor a hacerle daño. Aún cuando se quedó solo en ese mundo cruel, Agaroth no derramó una sola lágrima por haber perdido sus alas.
No obstante, las décadas pasaron y no fueron los humanos los que le hicieron arrepentirse de su decisión. La vida sin la persona a la que amaba se hacía pesada en su vacío corazón y cada día se volvía más densa, pero tampoco fue ello lo que le hizo hincar la rodilla. Cuando el gran demonio, Velmot, el que un día fue su hermano, declaró la guerra al mundo humano a sabiendas de que no podrían hacer nada para detenerle; ese fue el día que Agaroth se arrodilló ante el rey. Pese a no tener alas, sus poderes se mantenían latentes en su corazón y la preciada promesa de proteger hasta el más débil de los humanos avivaba su alma.
Se presentó en batalla, al mando de las tropas humanas, dispuesto a dar su vida en combate si con eso detenía a los demonios.
No obstante, un demonio que ha perdido las alas no es realmente nadie para un demonio puro y Agaroth fue capturado, obligado a ver la destrucción de todo lo que una vez amó».
@LauRRdriguez
"¿Que nos has invocado para que te reconstruyamos el castillo? Anda..., anda..."
El caballero había llegado a la frontera de la realidad. No había motivo alguno para volverse hacia atrás, más delante de él aguardaba un destino que por décadas había rechazado. Un destino que, él sabía, le llevaría a perder todo lo que alguna vez amó o tuvo por cierto: debía abandonar a los suyos y convertirse en uno de los caídos. Ya no tendría patria ni hogar. Tan solo la certeza de que ya no moriría y por siempre velaría por el advenimiento de la oscuridad. Un futuro que ya venía tardándose, pensó y tras esto mencionó las rimas sin sentido.
@NPublicaciones
Y la legión volvió a él, pero no como siervos temerosos a la ira de su mano, sino como un ejército libre que está dispuesto a retar a aquel que lo encadenó.
Ya están cansados del látigo que tanto los flageló con fervor. Ahora son un arma independiente, pensante y vengativa.
Los demonios ya dejaron de anhelar lo que nunca será de ellos; por el contrario, ahora quieren conquistar con sus propias garras todo lo que consideran que les pertenece.
No solo le alimentan de sangre y carne, ahora también saborean un nuevo elixir: la desesperanza.
Un héroe
contra el enemigo
venido del inframundo
Un hombre solo
último de su estirpe
pronto de su especie
armado con voluntad
confianza en el acero
Llegó a cumbre
el enemigo se alzaba ante él
mostrando el horizonte anegado
Legión
Desesperanza
El héroe se derrumba
La humanidad con él.
—Pero, ¿no son tus congéneres? —pregunté, sin duda alguna no me cuadraba en absoluto que fuese un demonio quien me estuviera pidiendo tal cosa.
—Pediste almas, alquimista, he aquí lo prometido. Destruye a cuantos desees para tu propósito.
Su voz sonaba serena, lo que no hacía sino aumentar aun más mi desconfianza; todo alquimista conoce el valor que posee un alma demoníaca en cuanto a poder mágico se trataba. Este genocidio me permitiría sin duda escapar de aquí, tan solo debía abrir un portal empleando las almas como fuentes de energía. Pero... ¿acaso era eso lo que este demonios pretendía? ¿Quería ayudarme a escapar?
—¿No es esto lo que deseabas? Pediste poder, que todo el mundo se postrase ante ti.
La chirriante voz del demonio taladraba la mente de Odrin, el antaño guerrero, quien contemplaba con horror los restos de un mundo ya marchito, sin salvación posible a causa de su codicia.
—Quería poder, sí —dijo—. También quería respeto, pero no de esta forma. ¡Ya no merezco seguir con vida!
El demonio rio con malicia.
—Vivirás, humano. Vivirás por toda la eternidad por habernos liberado, y nunca podrás olvidar el sacrificio que hiciste para lograrlo.
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