(Ilustración de Gamermats)
[Black Lotus]
Rareza: Mítica
*Item consumible. Restringido a un solo uso por jugador.
*Durante 3 minutos el maná del jugador es infinito.
Suspiró.
¡Por fin! La capa de invisibilidad impedía a los dragones ver el cuerpo de Glob temblar de pura y genuina emoción. Los recuerdos de su infancia le golpeaban la cabeza como si de una tenue lluvia se tratara. ¡Abrir y abrir sobres, venga a abrir! Abrirlos por arriba, por abajo, por los lados o a lo bruto. Comprarlos en la tienda del barrio, en la que decían que repartían suerte o en la de otra ciudad. Venga a comprar y comprar, pero siempre de uno en uno. Nunca llegó el dinero para más... Intentarlo lo intentó todo... ¡Hasta se los dejó abrir a su hermano! Pero no importaron las manos que la buscaran, la dichosa carta nunca se dejó encontrar.
Black Lotus... Abrirla en un sobre se convirtió en la obsesión de una vida, una vida pequeña. Los años llovieron y los trabajos interesantes dejaron paso a los de 8 horas. El dinero llegaba a sus bolsillos, pero moralmente no podía comprar una suerte que nunca se ganó... Black Lotus, el trozo de cartón más caro del mundo nunca llegó a ser suyo...
Pero los años no sólo traen sueños rotos, también te pueden traer una segunda oportunidad. Los hobbies de Glob se habían virtualizado y andaba enganchado a ese horrible juego llamado el Reino de Pixeland. Sus creadores, famosos por ser demandados continuamente por su proclividad al Copy/Paste, fueron los que abrieron una puerta al corazón de ese niño que una vez fue Glob. El ítem más poderoso y raro de Pixeland era una copia descarada, un homenaje según los creadores, de la carta Mágica más cara y poderosa de la historia.
Glob observó a los dragones con ansia contenida. Hay muchos, pensó. Suspiró. Ha costado tanto llegar hasta aquí... Dudar es de sabios... Está tan cerca... Pero es imposible vencer a tantos dragones... Mientras en su cabeza se alternaban sentimientos contradictorios, un susurro le llegó directo al corazón. Era una frase de las de su infancia, una dicha por algún tendero chiflado.
El coleccionista no tiene miedo a la muerte, tiene miedo a morir sin completar su colección.
Glob se quitó la capa de invisibilidad y lanzó un abrumador grito de guerra.
¿Y si la vida fuera algo tan sencillo como seguir al corazón?
@AlbertAntunez
El portal se abrió como la flor que lo contenía. Entre los pétalos quedó desnuda una humana. Todos se reunieron alrededor de la mujer que moría por separar su alma del cuerpo.
Ella arriesgó su vida por entrar a la mente profunda: un mundo común donde los dragones habitaban.
@AngedrA_Gon
Desde hace milenios, les fue encomendada a los dragones la protección de una peculiar flor, cuyos pétalos poseen propiedades mágicas, muy codiciadas por los humanos. Ahora, después de varios cataclismos, sólo dos dragones, sorteando amenazas, viven para conservar la última flor.
@CocheMandarino
Se decía que nada podría con los dragones. Ninguna mágica, dios, ejército, villano, o héroe de leyenda. Y al final todo lo que hizo falta fue una mísera flor.
La Siempre-Vida, pequeña, simple, y terriblemente adictiva.
Fue el ansia por consumir esta planta la que hizo que los dragones destruyeran regiones enteras para consumirla. Y cuando comenzó a escasear, no dudaron en matarse entre sí, con tal de llevarse una más al gaznate.
Y cuando solo quedó una, los últimos dragones, enfermizos y ya enloquecido, lucharon con uñas y dientes para darse el último "chute" con ella.
Eran conscientes de que el que ganase y se comiera la flor, luego se arrepentirá, y aún así les dio igual.
@CristiancHessel
En algún remoto lugar acariciado en cada alba por la luz solar se erguía la flor Annaranth. Ningún humano la había contemplado, nadie sabía con exactitud dónde se encontraba. La custodiaban los padres de los dragones, las bestias elementales más fieras del mundo y la creación; tanto era su valor. Pues si se arrancaba, si sus raíces abandonaban la tierra y se marchitaba, se desataría la tempestead. La flor era el candado que mantenía cerrada la puerta del mal, abrirla traería el desastre a todas las gentes libres y, entonces, ¿quién lo podría frenar? Demonios innombrables hollarían nuestro hogar, sedientos de sangre y poseedores de un poder sin parangón, y ni las criaturas aladas podrían enfrentarlos en igualdad. No obstante, de esto tratan las historias: de luz y oscuridad.
Porque algún día habría una mano oscura que aferraría el tallo de Annaranth, poniendo fin a tan longeva gloria. Algún día despertarían las pesadillas y nacerían tiempos aciagos, padres de héroes nobles que al final de todo protagonizan cuentos y canciones. Ese día, el del desastre, era uno cercano.
@DanielADPerezD
Hacía milenios que no volvía a crecer aquella flor, la misma que muchos vieron morir cuando aquellas criaturas insignificantes habían aparecido en la tierra. Los dragones confusos no sabían que debían esperar, pues en aquella misma flor, se encontraba la forma de volver a los mismos cielos de los que los obligaron a huir, los humanos. Allí delante de ellos tenían su más hermosa y sublime venganza.
Ellos son las criaturas más poderosas, han acabado con todos los que se les oponían. Ningún bípedo queda a la luz del sol. Su último adversario falleció en las montañas hace meses. Pero algo ha sucedido, ellos se apresuran al lugar de su última batalla. De la sangre de su enemigo ha surgido una flor que les seduce. Nacida del odio y la esperanza, llama a los tiranos del mundo. Ellos quieren ser los únicos que la posean. En cuestión de horas, la sangre del cazador no es la única que alimenta los pétalos de la última esperanza de la humanidad.
Caballero y escudero observaban las profundidades de la enorme grieta a la cual había caído la flor destinada a su amor. Una flor que en aquel momento estaba rodeada por ruidosos dragones de una variedad cromática que desafiaría cualquier sentido de la moda.
— ¿No vas a bajar? — Preguntó el escudero al anciano Lord Percival.
— Tú eres el joven. Puedes bajar y subir en un periquete.
— Si lo hago yo, todo el rollo que me soltaste de demostrar tu amor a la mujer de tu vida llevándole la flor más hermosa del mundo no tendrá sentido. Hiciste un juramento ante los dioses, no puedo intervenir, señor.
— Malditos dioses. Es que me duelen las rodillas, ¿sabes? Llevamos un año viajando, cruzando desiertos, montañas, laberintos. ¡Y luego volver con cuidado de que la flor no se secara! Deberíamos habernos retirado cuando perdimos a los corceles en el pantano.
— Por eso mismo, señor. Ha realizado portentosas gestas. Escaló la montaña de los rugidos, donde cualquier mal movimiento podría haber terminado con nosotros aplastados bajo toneladas de rocas. Descender hasta ahí no es nada para vos.
— Qué gran día aquel, lleno de gloria y honor, ¿verdad? Encontrar carne enlatada entre las rocas fue una suerte. El asado más delicioso que he comido nunca.
— No sé por qué, cuando quemamos a la bruja la semana pasada me acordé de aquella comida. ¡Pero no cambie de tema!
El anciano volvió a asomarse a la grieta, alzando la visera del yelmo. La flor seguía ahí, tan bella como el primer día. Pero con muchos más dragones de los aconsejables para la salud.
— Creo que esta aventura ha terminado — sentenció Lord Percival, apartándose del abismo.
— Pero, señor. ¿Y el amor de su vida? Ha mantenido el código, el celibato, en su nombre ¿Y el honor depositado en su promesa?
— Verás, mi fiel escudero. Hay veces en la vida en las que tenemos que aprender a dejar pasar las cosas. Por eso se regalan globos a los niños, para que aprendan esa lección.
— ¿Y ya está? ¿Falta a su promesa al cruzarse con un nido de mortales y hambrientos dragones? ¿Dejará escapar a la única mujer que amó en su juventud solo por el miedo a morir?
— Por supuesto que moriré, de eso trata vivir. Pero desde mi punto de vista, hay mejores formas. Lo malo de ser viejo es que te terminas acostumbrando a esto de vivir, y te haces a la idea de que la muerte será en una cama, rodeado de seres queridos, y tan hasta arriba de opiáceos que reirás los chistes de tu cuñado.
— El miedo no debe sustituir al honor, señor. La búsqueda del amor es un fin noble para cualquier caballero que se precie, todo lo vale — dijo el escudero, como si recitara un texto memorizado.
— El problema es ese. Cuando entre tu honor y lo que te queda de vida hay un nido de dragones, te hace ver el honor de otro modo. Darte cuenta de que solo eres un viejo con un joven atrapado en su interior que no entiende en qué momento ha comenzado a usar pañales bajo la armadura. Y que si has pasado cuarenta años alejado de tu gran amor, es que tal vez no era tan importante.
— Pero el código de caballería. La rectitud y el honorable fin... — tartamudeó el joven, confuso ante la actitud de su señor.
El anciano desenvainó su arma, colocando la hoja de la espada sobre el hombro del sorprendido chico.
— En el nombre de los dioses, sus arcontes y el poder que se me ha otorgado, te nombro caballero. Ale, todo tuyo, chiquillo. Yo renuncio. Creo que experimentaré eso de la lascivia de la que tanto he oído hablar a malhechores y rufianes. Esos sí que saben como vivir la vida, aunque no les dure mucho.
El caballero ensartó la espada a su lado, tiró el yelmo al suelo y se alejó por la pradera, hacia un nuevo y desconocido mundo. El joven escudero, ahora caballero, tomó la espada y, armado con el valor que otorga la juventud y tratando de reafirmar sus ideales decidió descender a la gruta y recuperar la bella flor allí donde su señor había fracasado.
Una pena, nunca pudo descubrir si le habría gustado realmente aquella vida. Por otra parte, los dragones pudieron disfrutar de la deliciosa carne enlatada.
@JessAlias1
Los dragones se habían reunido en aquel lugar tan importante para ellos; allí donde la luz entraba en esa cueva donde habitaban. Es (llevándolos a referencias propias de los hombres), como una gran mesa redonda donde debatían su futuro.
En ese espacio, justo en el centro, había una flor que simbolizaba la amistad de la raza de los dragones con el resto de los seres mortales racionales. Las leyendas contaban que si se marchitaba, la guerra se desataría sobre el continente y los dioses vendrían a intervenir, siendo esta vez su juicio final.
Para la paz y la tranquilidad de todos, esa esperanza seguía floreciendo y creciendo.
Lo cierto es que es la flor tuvo la mala suerte de crecer debajo del único rayo de sol del cubil de dragones...Ella hubiera preferido una pradera, con más compañeras, pero el vendaval de batir de alas la llevo allí, e iba a morir sola en medio de un pateo de dragones.
Luz y Oscuridad, Agua y Fuego, Tierra y Viento, 6 dragones que mantienen el equilibrio del planeta. Un equilibrio que se perdió cuando el anciano de los seis, el dragón de Tierra, murió. Hoy, los dragones restantes se han reunido alrededor de la Flor de Vida, la cual ha crecido en la roca más antigua del planeta, y qué dará pasó a un nuevo huevo de Dragón, del que nacerá un nuevo dragón de Tierra. Todos ellos observan perplejos el florecer de la flor, el ciclo de la vida y se preguntan si eso mismo de lo que están siendo testigos, es lo que pasará cuando ellos mueran, aunque, para eso, aún quedan milenios.
Las grandes bestias rodearon su objetivo, entre el chirrido de sus garras en la roca y el crujir de sus alas en el aire de aquella angosta cueva. La pequeña flor, tan delicada como valiosa, tembló ligeramente ante sus respiraciones agitadas, sabedora de que su destino estaba decidido. No pasó mucho tiempo antes de que la batalla comenzase. Encarnizada hasta el final, un solo contrincante quedó en pie, aunque maltrecho y falto de un ojo, y con el entusiasmo que brinda el éxito aun a las puertas de la muerte, se acercó a la luz que le había atraído desde tan lejos. Saboreó los instantes previos, recordando toda su vida, y por fin, abrió sus sangrientas fauces y engulló a la flor. Un estremecimiento recorrió el mundo en ese preciso momento. Tras él, una luz todavía más fuerte que la perdida emergió del pecho de la solitaria bestia, cruzando las paredes de la cueva en busca del cielo nocturno, iluminándolo por completo durante todo un segundo y dejando, a su paso, otra flor, tan delicada como valiosa.
Los dragones percibían el olor a kilómetros de distancia, sabían que pronto llegarían junto a ella. La necesitaban. Cuando la manada llegó al claro de la montaña, la flor estaba rodeaba de dragones y espinas protegiéndola. Se acercaron despacio, llevaban años buscándola.
Se acercaron a su lado, sintieron su aroma con más fuerza y sus escamas brillaron de nuevo. Gruñeron buscando sitio, algunos dragones les miraron y otros se fueron. Ese lugar estaba escrito en las leyendas de las demás razas humanoides, pero no podían llegar.
Solo los dragones percibían su precioso aroma y podían dar con ella. Era preciosa y la necesitaban cada cierto tiempo para que les transmitiera fuerza y energía vital. La manada se acercó a ella, tan cerca que la rozaron con las alas. Y los demás animales les recibieron alegres.
La sacristía de los reyes alados, los dragones que dieron origen al universo, contenía todo el ser del cosmos en un cáliz divino: una orquídea violeta que sostenía toda vida. Los humanos, así como todas las demás razas que habitaban la galaxia no podían si quiera atisbar lo que esto significaba ni el poder que la sacristía del origen detentaba. Tan solo los dragones tenían acceso a ella, tras un vuelo a millares de años luz a través de los agujeros de gusano. Los dragones se congregaron en el inicio de todo y adoraron la flor. Alabada sea su luz.
El Loto de las sombras. Hermosa flor donde las haya, acompañada de un aroma exquisito. Parece generar cierta atracción a dragones, dracos y otros reptiles alados.
Me pregunto... ¿Qué pasaría si dejase caer "accidentalmente" uno o dos pétalos en el centro de la ciudadela real?
Cuenta la leyenda, milenios antes de que ellos llegaran, que de una flor de loto azul nacerá el próximo dragón.
Y ahí están todos, esperando como pasmarotes a que aparezca el nuevo.
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