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Crónicas de Midgard, Volumen 1, Libro 2, Capítulo 4: ¡Tisha, Nimbluzz y Coral! ¡Amor y odio en Alflheim!
I
...Eran tiempos oscuros. El Ragnarok nos había alcanzado. Los nueve mundos estábamos a la expectativa de lo que podría pasar. Las noches eran largas y, si no tenías cuidado, te podían confundir con un Einherjer.
En un principio, incluso los más poderosos Aesires y Vanires tenían miedo. Los Einherjer eran aquellas almas difuntas que habían sido cosechadas por las valquirias.
Los truenos en el cielo indicaban la presencia de Thor en nuestro mundo. Estaba furioso. Tan furioso que sonó el cuerno Gurpa. Este era un instrumento que le permitía revivir a los muertos.
Thor lo usó para revivir a su padre Odín. Pero el resultado fue espantoso.
El caballo de ocho patas, Sleipnir, y el padre de los Aesires mayores, estaban en un trance.
Su alma, la de Odín y Sleipnir, salía y entraba de sus cuerpos como si quisieran escapar.
El caballo galopaba como si fuera a una gran batalla junto a su amo.
En ese tiempo yo era parte del séquito del anterior Unum, mi padre.
Por alguna razón la vida me dio un giro.
Cuando el Ragnarok hubo terminado y hasta los hijos de Muspel hubieron muerto, surgió una esperanza para los Oscuros: Su nombre era Nimbluzz. Un mago humano.
Su porte caballeresco y su humanidad trataban de traer la paz a los nueve mundos. Sin embargo había alguien que no quería que nada de ello ocurriese. Su nombre era «Coral».
En el antiguo reino de Midgard significa «Flor del mal». Sin embargo, Nimbluzz confiaba a pleno en él.
Yo en aquellos días había conocido a la que posteriormente fuera tu madre: Tisha.
El amor con que Tisha me veía hacía enfurecer a Coral ya que él la deseaba desde hacía mucho tiempo.
¿Cómo se conocían Tisha y Coral? Verás, Coral pertenece a la raza maldita de Midgard, Los Morganitas; mientras que Tisha pertenece a las tierras de Jotunheim. En sus viajes, Nimbluzz y Coral conocieron a Tisha.
Si he de serte sincero hijo, jamás pensé enamorarme de alguien como ella. Pertenecía a otra raza. Sin embargo, nosotros, tu madre y yo, apostamos al amor. Tisha era hermosa, alta y de curvas pronunciadas; mientras que yo, el hijo de Unum, era apenas un soldado.
Debo admitir que en un principio no pensé en enamorarme, pero el destino pudo más.
Muy pronto Tisha y yo nos casamos y te tuvimos a pesar de nuestras falencias genéticas.
¿Que qué pasaba por nuestras mentes dices? ¿Cómo una enorme mujer podía ser esposa de un Oscuro? Ahhh –Suspiró— a veces el destino, las Nornas en las que tanto nos hemos regocijado, parecen fracasar.
Como si fuera un reloj de arena, el destino se mueve de forma incesante, cambiante.
Mi padre, el primer Unum de la historia de nuestro pueblo, nos bendijo enormemente. Pero, al ver quien era la Joven con la que pretendía casarme, me desheredó.
—¡No quiero que mi nieto sea un deforme! ¡Una gigante! ¡Ja! ¡Sobre mi cadáver!
—¡Pero, padre! ¡Escúchame! ¡Estamos esperando un hijo!
—¡Un bastardo! ¡Un sucio y asqueroso sangre impura! ¿Qué le diremos a la sociedad? «¡El príncipe de Alflheim e hijo de Jotunheim ha nacido! ¡No! ¡Deshazte de ese bebé antes que nazca!»
Siguió diciendo incoherencias. No estaba nada de acuerdo, pero me retiré enfurecido. Tomé mis cosas dispuesto a irme con Tisha. ¡No me importaba el Ragnarok ni lo que ocurriese en el Yggdrasil!
Esa noche partiría. Dejaría este mundo para irme con ella a lo que quedaba de Jotunheim. Estaba decidido. No había nada que me atara a mi padre. No me interesaba ser el próximo Unum en la línea de sucesión. Además de que mi padre aún era joven para dejar el trono.
Estaba preparando mi fardo de ropa cuando golpearon a mi puerta tan estrepitosamente que salté del susto.
Era uno de los soldados de mi padre. Me pidió que me presentara ante el consejo de los elfos Oscuros. Iba a ser mi último acto como «El hijo del primer Unum».
Caminé por los pasillos alumbrados del recinto hasta llegar al lugar.
La escena me derrumbó. Tisha estaba atada de pies y manos tirada en el suelo. Pero eso no fue todo. El líder del consejo sostenía un bebé. Un bebe Oscuro.
Como sabes, en nuestros clanes es casi imposible que nazca un Oscuro saludable. Nuestros hábitos lo hacen así.
—¿Qué ha pasado? —dije sosteniendo el bebé que me entregaba el líder del consejo.
—Tu padre ha sido asesinado por la hija de Jotunheim.
—¡No! ¡Eso es imposible!
—Mira esto.
El líder me entregó una flor que había encontrado en la escena del crimen.
—¿Le pertenece?
Ella no decía nada. No se defendía. Miraba para otro lado. Esquivaba mis ojos.
—¿Por qué? ¿Por qué lo has hecho?
Todavía resuenan las palabras que dijo en el juicio: «Él me odiaba. Nos odiaba. Debía morir».
El juzgado decidió entonces exiliarla a Helheim y decir que había muerto. Incluso Coral hizo esa observación. Asgard había caído.
Poco tiempo después, Coral desapareció de este mundo al igual que Nimbluzz, y no se ha vuelto a saber nada hasta hoy.
—Hijo, en ti corre la sangre ardiente de un Jotun y un hijo del Ragnarok. Sin embargo, ahora te estoy liberando para que vayas tras tus sueños y muestres tú inocencia. ¡Vete!
—¿Pero cómo saldré del castillo? ¡Hay cientos de guardias!
El Unum se acercó a una estatua en un costado del trono y tocó un botón. Se abrió un agujero detrás de la puerta y el hijo salió de allí.
—¡Lo demostraré, padre! ¡Demostraré mi inocencia!
Unum lloro amargamente. Pero al partir el joven cerró el pasadizo.
II
Hilidan caminaba por el húmedo y caluroso pasadizo. ¿Adónde llevaría? En el principio del pasadizo había antorchas, pero en el tramo que dejó atrás no había, así que volvió sobre sus pasos y simplemente tomó una y fue guiándose con ella.
Las paredes del pasadizo, largo y del tamaño de un elfo, tenían símbolos. ¿Alquimia quizás? No, era algo más. Pero no lograba entender el lenguaje. Parecía antiguo.
Sin embargo, al otro lado de la pared no había nada, ningún signo o símbolo que le indicase algo. ¿Qué significarían aquellos símbolos? Mientras caminaba los observaba. Parecía como si los símbolos le hablaran.
En algún momento de su escape debió quedarse dormido porque de pronto estaba ante una luminosa salida.
No entendía muy bien que había pasado. Pero algo era seguro. Esa luz no le gustaba.
La luz brillaba allí donde había oscuridad, diría su padre. Cada luz tiene un punto oscuro.
III
—¿Quién es?
—No lo sé. Estaba tirada junto al árbol del sol.
—¿Informaste a Astinus?
—No, y no quiero que lo sepa, si ella es quien yo creo que es...
Se hizo el silencio.
—¿Aún piensas en eso? ¡Esas estupideces!
Lucca abrió los ojos. Le dolía todo el cuerpo. ¿Dónde estaba? ¿Qué había pasado?
—Hola —dijo una niña de particular sonrisa. Sus ojos grandes y brillantes de un color verde agua y su pelo rubio le indicaban a Lucca que era una elfa muy pequeña.
—¿Entiendes mi idioma? —preguntó la pequeña niña.
—¿Eh? —pensó ya que no podía hablar.
Lucca se tocó la boca desesperada. No salía ningún sonido. Se levantó de un salto y fue a mirarse al espejo que se encontraba allí.
Las dos niñas la observaban divertida. ¿Qué estaba pasando?
—Eres una copia, tardarán dos días en salirte la boca —explicó una de ellas que llevaba un moño azul sobre la cabeza mientras que la otra llevaba un moño rojo. Esta última tomó un pizarrón mágico, de esos que usan los niños para jugar, un bolígrafo y se lo entregó a la joven.
«¿Dónde estoy?».
—Estás en Kinian, hogar de los elfos Solares, te encontramos sobre el árbol ancestral de nuestro bosque.
—Bueno, no es que quisiéramos andar a propósito por ahí —aclaró la otra niña; se miraron y sonrieron—. ¿Cuál es tú nombre?
«Lucca de Jiran de Midgard»
—Yo soy Kiara —dijo la de moño rojo— y ella es...
—Vanina, ambas de Kinian...
«¡Que lindos nombres!»
—Gracias, somos elfas gemelas, nacimos el mismo día del mismo año.
«¡Guau! ¡Es la primera vez que escucho sobre dos gemelas!» Escribió.
—Sí, es raro. Al nacer, nuestros padres se pusieron nerviosos. ¡Dos elfinas! ¡DOS! Casi se mueren del susto.
Las elfinas eran sin duda pequeñas pero parecían...
Una sonrisa... una espada... una persona que no reconocía... y una chica muerta.
—Oye, ¿estás bien?
«Si, no es nada...»
«¿A qué se referían con que soy una copia?»
—Bueno, en nuestro mundo, cuando alguien muere, vuelve a la vida lentamente pero sin boca. Es según las reglas de Ayamis —explicó Vanina
«¿Quién es Ayamis?»
—Nuestra diosa, vive del otro lado del país del destierro: el país de las divinidades —concedió Kiara.
«¿Qué es ese ruido que se escucha fuera?»
—Hace un momento, según dijo mi padre, mataron al orador de los soles, nuestro líder —agregó al ver la cara de «no entiendo» de Lucca—. Según nuestro padre, uno de los siete sabios, Cornelius, ha podido ser uno de los hijos de la oscuridad.
«Elfos oscuros».
—Así es, pero nosotras no somos iguales —se miraron sin que Lucca entendiera que pasaba, y luego agregaron en voz baja: mi padre ha esperado en la profecía, al igual que nosotras.
Lucca no quería saber nada de profecías. Ya tenía suficiente de saber que su verdadero yo estaba muerto y que ella era una copia.
Observó la casa alrededor y se sintió reconfortada. Solo esperaba que Kait y Crushank estuvieran bien.
—Dicen que han visto al Dragón Crushank sobrevolando Kinian.
—Sí, hacía tiempo que no se lo veía por este mundo.
Lucca se dio vuelta y notó que las elfinas la miraban intrigadas. Tomó el pizarrón y escribió: «¿Qué?»
—Nada. ¿Te sentiste tocada? —Kiara la miraba sonriente.
—Cuando andábamos por el árbol central vimos a «Alguien» montando a Crushank —sonrió Vanina—. Tal vez...
«Necesito ir al baño»
«¿Dónde está?»
—Bueno, eso depende, ¿lo necesitas para escapar o para...?
—Es verdad, aquí nadie te retiene, pero tendrás que explicar que hace una humana en la casa de un miembro del consejo. Podría llamar a mi padre Cornelius...
Lucca tomó asiento en la cama más pequeña.
«Háblenme del consejo de los siete y de ese tal orador de los soles»
El consejo de los siete sabios está conformado por magos y guerreros elfos de distinta clase. En nuestro mundo hay distintos sistemas. El primero de ellos es el sistema eléctrico. Regulus, el mago de las tormentas, es quien se basa en este elemento y es el más débil de los magos. Le sigue Sisco, un Mago—Guerrero, se dice de él que posee un corazón y una caballerosidad inmutables. Su rostro carece de emociones (Se cree que por algún shock sufrido de niño) y es tremendamente poderoso (Puede valerse de la magia tanto como de la espada o en cualquier caso de ambas). Luego se encuentra Francis, es el único con la habilidad de corrosión atemporal, o sea que puede acelerar como detener o destruir el tiempo (y el tiempo en las cosas) a su placer. Después de él se encuentra Lagash, para nuestro gusto, un ser despreciable y corrupto. Siempre vestido con una toga negra y convocando a los espíritus Einherjer. ¡Como si pudiera! El que le sigue en poderío es Jiyande, uno de los mejores guerreros de Kinian (Incluso mejor que Sisco) Pero su bondad lo convierte en un ser de cuidado. Ha vivido mucho y conoce de traiciones. Es en otras palabras un justiciero. Luego viene mi padre, Cornelius, es el más viejo de nuestro mundo. Maneja a la perfección la Alquimia y se cree que ha encontrado la forma de sobrevivir al renacimiento (Así llamado lo que te ha sucedido, eso de perder la boca y esas cosas) es un mago hecho y derecho. Ya lo conocerás. Y como último: Astinus, el temible. Es el más fuerte de nuestro mundo. Su magia se basa en la destrucción de la masa corporal. Es sádico y sanguinario (A nuestro gusto) aunque últimamente lo he visto cambiado. Ni idea de porqué.
—Esos son los siete escalafones del consejo de los siete sabios. Pero hay un lugar aún más alto y se trata ni más ni menos que del orador de los soles. Como sabrás Kinian posee siete soles en su mundo (por eso siete sabios) y un sol central: Osurus, el regente. Cada uno de los sabios es elegido por uno de los soles. Se basan en su fuerza y magia, así como su voluntad y poderío. Sí, nuestros soles tienen vida. He oído que en otros mundos hay algo llamado «Lunas». ¿Sí? Nunca las vi. ¿Noche? No, en este mundo no existe eso.
Como iba diciendo, el orador y los sabios son elegidos mediante un mecanismo que solo nuestro pueblo conoce y hablar de ello a extranjeros está prohibido por Ayamis.
—Padre, ¡has llegado!
Cornelius, el aludido, saludó en silencio. Las elfinas lo habían descrito como un elfo viejo. ¡Ja! Era un elfo en la plenitud de la edad. Quizás... sí, al parecer, y ahora que lo veía con sus propios ojos, había encontrado la forma de no morir.
El elfo, alto, de brazos fornidos y con su arco y carcaj a cuestas escrutó a la joven con la mirada.
Las elfinas observaban intrigada. Su padre dio media vuelta y se sentó a la mesa.
—¿Quién es? Parece... ¿Humana?
A Lucca le temblaban las piernas. Ni siquiera con el dragón se sintió así.
—Veo que no puedes hablar, ¿puedes escribir? No te preocupes por quien lea el pizarrón mágico, cada quien lo lee en el idioma que habla. Aunque debo reconocer que hablo humano también.
«Mi nombre es Lucca y vine a este mundo en lomos de Crushank»
—¡Oh! ¡Así que eras la que viajaba en el dragón! El viejo Crushank, llevo tiempo sin verlo. Ya hablaremos de él. ¿De dónde provienes?
«De Midgard. Soy hija de un conde. El conde de Jiran. Pero no he viajado hasta aquí para acabar en este mundo. Espero a alguien llamado Kait».
El elfo miró el pizarrón excitado. Kait. Por fin el futuro estaba rindiendo frutos. Todo lo que había soñado se hacía realidad.
—¿Dónde está ese Kait ahora?
«Me prometió que después de liberar a los Morganitas vendría aquí a enseñarme magia»
—Tal vez ya haya llegado. Vanina, envía una carta al Errante, dile que tenemos a una humana en nuestra casa.
La elfina tomó un ave parecida a una paloma y le puso la mano en la cabeza. A los cinco segundos el ave gritó.
—El Errante ha dicho: Cuídala, yo me dirijo a cumplir la profecía. En dos días, y sin avisar a nadie, dirígete al paso de las montañas gigantes de Ackford, allí te veré.
Descansa bien Joven humana y no dejes que nadie te vea. En dos días... solo dos días y aquello que profeticé se cumplirá.
"¿Qué profetizó?"
—El segundo Ragnarok.
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