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Crónicas de Midgard, Volumen 1, Libro 3, Capítulo 4 - ¡Rashem y Ayamis! ¿Existen o no?

I -... Y eso no es todo –Dijo Jiyande- hemos encontrado estatuas del Morganita Coral y otros tres soldados. Además de que la orden de Scrania está petrificada. Mondo y Lord Metin se miraron. Su mirada no pasó desapercibida a los ojos de Jiyande. -¿Qué es lo que saben y no nos están diciendo? ¡Hablen! -Coral era el orador de los soles. Estaba buscando algo, aunque no sé qué –Dijo Mondo. -Entonces el que mató al antiguo Orador, ¿fue él? Ya veo. Bueno, es un asunto interesante. Surtur entró en la sala. -Jiyande, tengo noticias y temo que no son agradables. -¿A qué te refieres? Si es por lo de Astinus y su dragón... -No, hemos revisado la biblioteca junto a los supervivientes que hemos logrado despetrificar. -¿Han dicho algo...? -Sí, ojos azules y pelo rubio. Es todo lo que llegaron a ver. -Mondo quédate aquí. Iré a ver a esos supervivientes. Mientras Lord Metin se iba, Surtur observaba su espada oscilar. Tomó una decisión. -Iré con él. Jiyande asintió. -¿Qué pueden querer de alguien que p

Crónicas de Midgard, Volumen 1, Libro 2, Capítulo 5 - ¡Ayamis!


 

I

 

 

Hace algún tiempo, tal vez antes del Ragnarok, vivía en uno de los árboles una profetisa llamada Ayamis. Era la elfa más linda y popular entre los de nuestra raza. En aquella época yo era un niño. Mis padres me llevaban al lugar elegido por la profetisa como su vivienda y ella me bendecía. Por aquel entonces nuestros Dioses y padres eran los dioses de Asgard y Vanaheim, pero más que nada los Asgardianos. Ellos podían cambiar el mundo a su antojo.

Ayamis, sin embargo, un día, mientras me bendecía me hizo ver el futuro. Había pasado mucho tiempo. Las cosas estaban mal. Había guerras por todos lados. Desde luego yo estaba asustado. Vi muchas cosas y, hasta hoy, las recuerdo.

Vi el Ragnarok. Los dioses caídos. Los mundos en guerra. ¡Todo era un caos! Y había un hombre... Un hombre sobre todo aquello... Un hombre que se decidió a pelear contra el mal. No decimos su nombre, solo lo llamamos el Errante. En la visión se lo mostraba fuerte, aguerrido, pero su cuerpo... ¡Es tan horrible! Por esa razón lo lleva tapado con un vendaje. Incluso su rostro.

Pero, aunque este avenido guerrero vino a salvarnos, había alguien más en la visión. ¿Su nombre? ¡Kait! El posee poderes más allá de lo divino. Sí, él y vos van a crear el segundo Ragnarok. El fin de nuestro mundo una vez más... y hasta ahí más o menos llegaba mi visión.

Ayamis, que había tenido su mano sobre mi cabeza durante toda la visión, la retiró asustada. ¿Qué había pasado? ¿Por qué yo tenía aquella visión? Estaba asustado de verdad.

Pero Ayamis me tranquilizó. Ella tenía un plan. Convocar al guardián dorado. Un centinela guerrero con la fuerza de un Dios. Mira, si no me crees, te entrego el diario de Ayamis. Allí relata lo que ambos vimos en la visión. Es todo tuyo. Tienes dos días para comprenderlo. Disfrútalos.

«No me creo nada de lo que dice este hombre, pero revisaré el diario. Puede que sea interesante».

 

 

II

 

 

Año 777 a.r. (Antes del Ragnarok):

Estimado diario: He encontrado útil hacer esto ya que prontamente dejaré de existir como profetisa y ocuparé otro puesto. Un puesto que me ha sido ofrecido por mi visión.

Hoy vi el mundo en caos. El Yggdrasil, nuestro árbol y nuestro mundo, caerá. Pero aun así sobreviviremos.

El Bifrost será destruido por los hijos de Muspel. Y entre ellos Surtur atacará. Pero Muspel no prevalecerá, ni siquiera los dioses, y el mundo Nórdico se vendrá abajo.

Odín nada podrá hacer. La caída es inminente. Hasta me parece escuchar al Fenrir gruñir y a Jormungard desatar su ira contra nuestras playas y costas. Sin embargo confío en la magia que hay tras de todo esto.

Por cierto, dos seres aparecieron en mi visión (Mediante un niño al cual bendecía) uno de ellos era tan feo que su cuerpo, lleno de lesiones, supuraba ácidos y era viscoso. Nunca había visto nada igual. No sé a qué raza pertenece. Al parecer era de Alflheim.

En cambio, había otro. Un joven. Por un momento he escuchado (Y creo que el niño también) el nombre de Kait. Pero no puedo especificar cuándo aparecerá. Y había alguien más... Una chica... La vi claramente. Nacida de padres humanos ella nos guiará (O a los que sobrevivan) hacia la guerra tomando voz de comandante. Aparecerá en el año 1000 d.r. (Después del Ragnarok)

Su pelo negro y su hábito oscuro nos mostrará el camino y despertará, cuando todos crean el mundo perdido, el segundo Ragnarok. Solo ella sabrá cómo hacerlo.

Fin de la anotación. No hay nada más escrito. Para atrás el libro está en élfico.

«Solo quedan dos días y el fin sobrevendrá».

 

 

III

 

 

En otro lado, yendo por el escarpado mundo de Ayamis, Altea y aquel sujeto vendado subían y bajaban montañas al compás de la música. El errante tenía en su mano un instrumento mágico al que llamaba «Pequeña caja musical». De ella salía un extraño sonido. Como si una orquesta entera estuviese dentro de la caja.

—Veo que te llama la atención mi aparato.

—No, es que... Es raro... ¿A qué mundo pertenece?

—A un mundo que no conoces —explicó el Errante mirando a su alrededor—, acamparemos aquí.

Altea pensó que el hombre había enloquecido. Estaban en mitad de un valle descampado a merced de quien sabe que criatura.

—Esta es tu primera lección. ¿Qué sabes de magia?

—Bueno, mi padre es un mago así que sé bastante.

—Bien, eso me hará fácil la lección. Veamos. Hay que hacer una prueba de cuál magia es mejor para vos.

«Hay varias clases de magia: Destrucción, materialización, Control, Sistemática y elemental».

«La magia de Destrucción, como lo dice su nombre, puede acabar con un enemigo en un instante. Y si somos bondadosos podemos evitar una guerra».

«La magia de Materialización es aquella que nos permite convocar objetos para utilizar. Simple. ¿Verdad? En cambio es una magia difícil de usar. Requiere mucho entrenamiento».

«La magia de control nos permite crear ilusiones en la mente de nuestro oponente para dominarlo con el miedo. Quizás esta sea la magia más adecuada para ti».

«La magia sistemática se basa en los sistemas del Yggdrasil, pero es una magia rara. Se requiere mucho entrenamiento para usarla».

«Y por último, la magia Elemental. Requiere poseer a los avatares de los elementos los cuales cuenta la leyenda existieron en Kinian hace algún tiempo».

—¿Se refiere al guardián dorado? —preguntó Altea inocentemente.

El Errante le sostuvo la mirada.

—¿Qué sabes sobre el Guardián?

—Escuché a Cornelius hablando con mi padre, le decía que era parte de una segunda profecía, aunque no sé cuál es la primera.

—Ya veo —después de unos minutos de pensar, el Errante asintió—. Te enseñaré a invocar al guardián dorado y la magia de Control. Será duro.

—No me interesa invocar al guardián dorado, solo enséñeme magia.

—¿Por qué la insistencia? —inquirió el Errante.

—Mi padre es uno de los siete sabios de nuestro mundo. Se piensa que es grandioso por usar esa magia destructiva. ¡Basura! ¡Eso es lo que es!

—Ya veo. Empezaremos el entrenamiento. Siéntate ahí donde estás.

El Errante comenzó a danzar una serie de símbolos cuando Altea se sentó en el suelo. Reconoció las palabras como Runas de sellado.

—¡Gjulahorm! ¡Ytjim! ¡Sotjim! —siguió danzando y hablando de modo melódico. El Errante parecía saber que cada paso que daba era mágico.

Altea se sentía mareada y dolorida. Como si hubiese estado corriendo miles de Kilómetros, desde Kinian al país de Ayamis y un poco más también.

El Errante se quedó quieto y Altea comprendió al instante, el entrenamiento había comenzado.

El errante mantuvo sus manos por delante de su cuerpo hablando en aquella extraña lengua. Sonaba nórdico e imperioso.

Altea se sintió aún más mareada e inconscientemente comenzó a repetir las palabras que el errante le decía. Su cuerpo estaba dolorido. Sentía náuseas y unas ansias incontenibles de destruir todo.

¿Acaso aquel hombre le estaba pasando sus conocimientos? De pronto como si fueran imágenes residuales, algunos recuerdos se arremolinaban en la mente de Altea. Aquello era extraño sin dudas.

—¡Vete! ¡Largo de nuestra tierra! —decían unos elfinos con maldad. ¿Altea era el Errante?—. No nos muestres tu fea cara. ¡No queremos verte! Eres un defecto de la naturaleza por eso acabaste en el orfanato.

Un gemido gutural, como si quisiera decir algo salió de su garganta. Los elfinos tomaron sendas piedras del tamaño de una pelota y comenzaron a lanzárselas una y otra vez. Altea no quería ver más, sin embargo no podía salir del trance.

«Observa».

Escuchó la voz gruesa del errante y decidió observar.

—¡Basta! ¡Dejen a ese niño en paz!

—¡Nimbluzz! —gritaron los elfinos—. ¡Corran!

¿Nimbluzz? ¿El legendario Nimbluzz?

Aquel rostro joven, de pelo platinado tirado hacia atrás y sus ojos azules le recordaron a Kait. Nimbluzz se acercó donde el Errante y le extendió la mano.

—¡Vamos! ¡Es la hora!

Una vez en la casa de Nimbluzz este fue por unas vendas y gel aséptico. Necesitaba curar las heridas provocadas por la pedrada. Sin embargo el Errante aún estaba escéptico. No podía confiar en él.

—Disculpa que te lo diga así. No creo que puedas llegar a ningún lado de esta manera. (Altea vio que el Errante joven bajaba la cabeza y asentía) Tengo la solución para tí: Vendas. Sí, las vendas cubrirán ese cuerpo y podrás llevarlo orgullosamente. No lo pienses más. Permíteme ayudarte.

La imagen se difuminó y apareció un joven Nimbluzz junto a otros guerreros de todos los mundos. El Errante de la visión observaba como su amigo se dirigía a la guerra. ¡No! ¡¿Por qué?!

«La guerra en el Yggdrasil se volvió muy violenta —relataba ahora el Errante—, pero yo no morí. Sin embargó tuve que volver a este mundo y encontrarme con Ayamis. Ambos nos enamoramos, sin embargo, nuestra diferencia de edad pudo más y, como ella ejercía el sacerdocio, opté por recluirme junto a ella».

—No podemos seguir así Errante —dijo Ayamis—. ¿Qué pensará el pueblo? Además tu cuerpo no deja de supurar.

—Acaso —la voz del Errante sonaba triste—. ¿Pretendes? Ya entiendo...

—¿Qué haces aquí? —la voz sonaba fría—. ¿Cuánto tiempo llevas aquí?

Altea vio la imagen tan nítida como si estuviera allí.

—¿Astinus? —dijo Ayamis observando a un lado y a otro—. No eres quién para prohibírmelo Astinus, tu y yo ya no...

—¡Silencio! Veremos que dice el Orador de los soles. No creo que le agrade.

«Sin embargo el orador me perdonó la vida, para bronca de Astinus. Pronto Ayamis tuvo una hija: Sí, vos sos la hija de Ayamis y Astinus. Sin embargo fuiste prueba del acceso carnal entre la profetisa y el guerrero, ya que aún no era uno de los siete sabios. Por esa razón Astinus no te dejaba aprender magia. Hemos terminado el entrenamiento».

Altea abrió los ojos. Estaba echada en el suelo con los ojos brillantes por las lágrimas. ¡Maldito fuera su padre! ¿Por qué nunca se lo había contado?

Escuchó pasos. El Errante la miraba con sus ojos inescrutables.

—Parte del entrenamiento era saber tu historia, ha pasado un día entero desde que empezaste el entrenamiento. Ahora debes dormir. Descansa. Pronto te reunirás con tu padre. Tengo ese presentimiento.

 

 

IV

 

 

Coral había vuelto a su forma de guerrero elfo. Los Cazadores Solares aun no daban con Hilidan (¡Maldito fuera el oscuro!) ni con Crushank. Parecían haberse esfumado. Además el pueblo reclamaba a un nuevo líder. Coral se había propuesto a sí mismo como próximo Orador ya que el orador antiguo no había renacido.

Los elfos solo renacen si mueren naturalmente. Si son asesinados, cosa que va en contra de las leyes de Ayamis, no renacen.

La mitad del pueblo lloraba al viejo orador. Lo había sido desde antes del Ragnarok y ya estaba viejo. Sin embargo, Coral no era el único que se presentaba como próximo orador: Jiyande también lo hacía. El guerrero contra el mago. Coral era poderoso pero no al nivel de Jiyande.

Además la reputación de Jiyande era mucho más alta que la de Coral. Por supuesto que Jiyande había vivido muchos años y conocía de traiciones.

El consejo de los siete se reunió.

—¡Bienvenido hermanos míos! —comenzó Coral—. Estamos aquí reunidos con la desgracia en nuestros hombros. Aquel al que llamábamos Orador ha desaparecido de este mundo para nuestro pesar, y hoy aquí deberán elegir a un nuevo líder. Aquel que se ha presentado a dar calma a nuestros seres queridos: Astinus; o aquel que estuvo entre las filas desde que nació: Jiyande. Comencemos con la votación.

En cuestión de minutos la votación hubo de estar terminada. El elegido fue Coral. La primera parte del plan estaba lista.

 

 

V

 

 

«¡Guau! No pensé que los solares tuvieran una gran biblioteca, deben tener de todo aquí. Pero debo concentrarme. Yo soy Kisan y tengo una orden del Orador de los soles para ver lo que hay en esta biblioteca. Allí está, esa debe ser. ¿Está la puerta entre abierta? Me acercaré a observar. ¡Oh! ¡Menos mal que es él!».

Kinian se hallaba aún bajo alarma por el caos producido por el oscuro falso. La guardia estaba en alto. Las fronteras estaban cerradas y los escudos mágicos detectarían cualquier invasión por tierra.

Hacía mucho que no combatían.

El orador los había mantenido lejos de la guerra. No eran como esos sucios oscuros.

Un elfo observó a otro por debajo suyo. Aquel elfo estaba subido a una rama. Esta raza no se animaba a tocar el suelo y aquellos que antes lo habían hecho... El elfo movió la cabeza negativamente. Todavía recordaba a su prima. ¿Cómo era que se llamaba? Como sea, su prima había huido con otro elfo de clase inferior y a él lo mandaron al país del destierro mientras que su prima fue ejecutada al igual que aquel bebé.

—¡Algo se mueve hacia el norte! Parece ¡No! ¡Es imposible!

El fuego quemó el bosque a su paso. La frontera había sido devastada.

Como si el miedo se sintiera en el corazón de todos, el contingente elfo ordenó la evacuación. Deberían comunicarlo al líder mediante el ave. El elfo tocó el ave y está asustada salió volando. Unas llamaradas enormes sacudieron las defensas de Kinian. ¡Era Él! ¡Él!

 

 

VI

 

 

Los seis sabios restantes y el Orador de los soles observaban las imágenes. Eran confusas, sin duda, pero lo mostraban tan claro como si estuvieran ahí. Sisco fue el primero en hablar.

—¿Qué nos dice esto Orador? ¿Qué debemos hacer?

Coral tomó el control de la situación.

—Saben perfectamente que hacer en esta situación. Hay que liberarlos.

El rostro ceniciento de Sisco miró de reojo a los demás del círculo.

—¡No podemos hacer eso! ¡Los hemos encerrado por mucho tiempo!

—¡SILENCIO! —gritó Lagash con su voz sibilante—. Si no hacemos algo, todos moriremos, y ellos se quedarán para siempre en este mundo. ¿ACASO VAMOS A PERMITIRLO? —gritó y todos concentraron su mirada en él—. ¿ACASO EL TIEMPO LOS HA VUELTO COBARDES?

Se miraron unos con otros. Lagash tenía razón en lo que decía. Pero no podían. ¿O si podían?

—Daré la orden. ¿Alguien que se oponga?

Nadie contestó. Solo había una cuestión. ¿Quién habría de hablar con ellos?

 

 

VII

 

 

Lagash caminó por la cueva. Todo salía a la perfección. ¿Qué más cabía esperar? Después de todo era el plan de «Los ojos». Esos malditos elfos. Lo habían creído uno de ellos (aunque en cierto punto lo era) y ahora le daban la llave de la venganza. Solo tenían que esperar.

Siguió caminando por la cueva oscura, aunque más que caminar era una especie de arrastre. Se sentían ruidos allí abajo. Como una agitación.

—¡Por fin has llegado! —dijo una voz hueca—. ¿Acaso desean morir... o tal vez que los ayudemos?.

—Ustedes no harán nada de eso —dijo la voz sibilante de Lagash—, vendrán a una guerra y la victoria será de ustedes.

—¿Acaso quieren que los perdonemos después de todo lo que nos hicieron? —dijo la misma voz hueca—. ¡Oh! Ya veo. He visto tu corazón. Sé tu secreto. Obedeceremos tus órdenes y tú nos premiarás. Nos darás Midgard. Ya casi puedo oler a los malditos Morganitas. La sangre correrá... oh sí.

—¿Es un trato entonces? La victoria sobre sus enemigos a cambio de su liberación.

Y la puerta del mal se abrió.

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