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Crónicas de Midgard, Volumen 1, Libro 2, Capítulo 5 - ¡Ayamis!
I
Hace algún tiempo, tal vez
antes del Ragnarok, vivía en uno de los árboles una profetisa llamada Ayamis.
Era la elfa más linda y popular entre los de nuestra raza. En aquella época yo
era un niño. Mis padres me llevaban al lugar elegido por la profetisa como su
vivienda y ella me bendecía. Por aquel entonces nuestros Dioses y padres eran
los dioses de Asgard y Vanaheim, pero más que nada los Asgardianos. Ellos
podían cambiar el mundo a su antojo.
Ayamis, sin embargo, un
día, mientras me bendecía me hizo ver el futuro. Había pasado mucho tiempo. Las
cosas estaban mal. Había guerras por todos lados. Desde luego yo estaba
asustado. Vi muchas cosas y, hasta hoy, las recuerdo.
Vi el Ragnarok. Los dioses
caídos. Los mundos en guerra. ¡Todo era un caos! Y había un hombre... Un hombre
sobre todo aquello... Un hombre que se decidió a pelear contra el mal. No
decimos su nombre, solo lo llamamos el Errante. En la visión se lo mostraba
fuerte, aguerrido, pero su cuerpo... ¡Es tan horrible! Por esa razón lo lleva
tapado con un vendaje. Incluso su rostro.
Pero, aunque este avenido
guerrero vino a salvarnos, había alguien más en la visión. ¿Su nombre? ¡Kait!
El posee poderes más allá de lo divino. Sí, él y vos van a crear el segundo
Ragnarok. El fin de nuestro mundo una vez más... y hasta ahí más o menos
llegaba mi visión.
Ayamis, que había tenido
su mano sobre mi cabeza durante toda la visión, la retiró asustada. ¿Qué había
pasado? ¿Por qué yo tenía aquella visión? Estaba asustado de verdad.
Pero Ayamis me
tranquilizó. Ella tenía un plan. Convocar al guardián dorado. Un centinela
guerrero con la fuerza de un Dios. Mira, si no me crees, te entrego el diario
de Ayamis. Allí relata lo que ambos vimos en la visión. Es todo tuyo. Tienes
dos días para comprenderlo. Disfrútalos.
«No me creo nada de lo que
dice este hombre, pero revisaré el diario. Puede que sea interesante».
II
Año 777 a.r. (Antes del
Ragnarok):
Estimado diario: He
encontrado útil hacer esto ya que prontamente dejaré de existir como profetisa
y ocuparé otro puesto. Un puesto que me ha sido ofrecido por mi visión.
Hoy vi el mundo en caos.
El Yggdrasil, nuestro árbol y nuestro mundo, caerá. Pero aun así
sobreviviremos.
El Bifrost será destruido
por los hijos de Muspel. Y entre ellos Surtur atacará. Pero Muspel no
prevalecerá, ni siquiera los dioses, y el mundo Nórdico se vendrá abajo.
Odín nada podrá hacer. La
caída es inminente. Hasta me parece escuchar al Fenrir gruñir y a Jormungard
desatar su ira contra nuestras playas y costas. Sin embargo confío en la magia
que hay tras de todo esto.
Por cierto, dos seres
aparecieron en mi visión (Mediante un niño al cual bendecía) uno de ellos era
tan feo que su cuerpo, lleno de lesiones, supuraba ácidos y era viscoso. Nunca
había visto nada igual. No sé a qué raza pertenece. Al parecer era de Alflheim.
En cambio, había otro. Un
joven. Por un momento he escuchado (Y creo que el niño también) el nombre de
Kait. Pero no puedo especificar cuándo aparecerá. Y había alguien más... Una
chica... La vi claramente. Nacida de padres humanos ella nos guiará (O a los
que sobrevivan) hacia la guerra tomando voz de comandante. Aparecerá en el año
1000 d.r. (Después del Ragnarok)
Su pelo negro y su hábito
oscuro nos mostrará el camino y despertará, cuando todos crean el mundo
perdido, el segundo Ragnarok. Solo ella sabrá cómo hacerlo.
Fin de la anotación. No
hay nada más escrito. Para atrás el libro está en élfico.
«Solo quedan dos días y el
fin sobrevendrá».
III
En otro lado, yendo por el
escarpado mundo de Ayamis, Altea y aquel sujeto vendado subían y bajaban
montañas al compás de la música. El errante tenía en su mano un instrumento
mágico al que llamaba «Pequeña caja musical». De ella salía un extraño sonido.
Como si una orquesta entera estuviese dentro de la caja.
—Veo que te llama la
atención mi aparato.
—No, es que... Es raro...
¿A qué mundo pertenece?
—A un mundo que no conoces
—explicó el Errante mirando a su alrededor—, acamparemos aquí.
Altea pensó que el hombre había
enloquecido. Estaban en mitad de un valle descampado a merced de quien sabe que
criatura.
—Esta es tu primera
lección. ¿Qué sabes de magia?
—Bueno, mi padre es un
mago así que sé bastante.
—Bien, eso me hará fácil
la lección. Veamos. Hay que hacer una prueba de cuál magia es mejor para vos.
«Hay varias clases de
magia: Destrucción, materialización, Control, Sistemática y elemental».
«La magia de Destrucción,
como lo dice su nombre, puede acabar con un enemigo en un instante. Y si somos
bondadosos podemos evitar una guerra».
«La magia de
Materialización es aquella que nos permite convocar objetos para utilizar.
Simple. ¿Verdad? En cambio es una magia difícil de usar. Requiere mucho
entrenamiento».
«La magia de control nos
permite crear ilusiones en la mente de nuestro oponente para dominarlo con el
miedo. Quizás esta sea la magia más adecuada para ti».
«La magia sistemática se
basa en los sistemas del Yggdrasil, pero es una magia rara. Se requiere mucho
entrenamiento para usarla».
«Y por último, la magia
Elemental. Requiere poseer a los avatares de los elementos los cuales cuenta la
leyenda existieron en Kinian hace algún tiempo».
—¿Se refiere al guardián
dorado? —preguntó Altea inocentemente.
El Errante le sostuvo la
mirada.
—¿Qué sabes sobre el
Guardián?
—Escuché a Cornelius
hablando con mi padre, le decía que era parte de una segunda profecía, aunque
no sé cuál es la primera.
—Ya veo —después de unos
minutos de pensar, el Errante asintió—. Te enseñaré a invocar al guardián
dorado y la magia de Control. Será duro.
—No me interesa invocar al
guardián dorado, solo enséñeme magia.
—¿Por qué la insistencia? —inquirió
el Errante.
—Mi padre es uno de los
siete sabios de nuestro mundo. Se piensa que es grandioso por usar esa magia
destructiva. ¡Basura! ¡Eso es lo que es!
—Ya veo. Empezaremos el
entrenamiento. Siéntate ahí donde estás.
El Errante comenzó a
danzar una serie de símbolos cuando Altea se sentó en el suelo. Reconoció las
palabras como Runas de sellado.
—¡Gjulahorm! ¡Ytjim!
¡Sotjim! —siguió danzando y hablando de modo melódico. El Errante parecía saber
que cada paso que daba era mágico.
Altea se sentía mareada y
dolorida. Como si hubiese estado corriendo miles de Kilómetros, desde Kinian al
país de Ayamis y un poco más también.
El Errante se quedó quieto
y Altea comprendió al instante, el entrenamiento había comenzado.
El errante mantuvo sus
manos por delante de su cuerpo hablando en aquella extraña lengua. Sonaba
nórdico e imperioso.
Altea se sintió aún más
mareada e inconscientemente comenzó a repetir las palabras que el errante le
decía. Su cuerpo estaba dolorido. Sentía náuseas y unas ansias incontenibles de
destruir todo.
¿Acaso aquel hombre le
estaba pasando sus conocimientos? De pronto como si fueran imágenes residuales,
algunos recuerdos se arremolinaban en la mente de Altea. Aquello era extraño
sin dudas.
—¡Vete! ¡Largo de nuestra
tierra! —decían unos elfinos con maldad. ¿Altea era el Errante?—. No nos
muestres tu fea cara. ¡No queremos verte! Eres un defecto de la naturaleza por
eso acabaste en el orfanato.
Un gemido gutural, como si
quisiera decir algo salió de su garganta. Los elfinos tomaron sendas piedras
del tamaño de una pelota y comenzaron a lanzárselas una y otra vez. Altea no
quería ver más, sin embargo no podía salir del trance.
«Observa».
Escuchó la voz gruesa del
errante y decidió observar.
—¡Basta! ¡Dejen a ese niño
en paz!
—¡Nimbluzz! —gritaron los
elfinos—. ¡Corran!
¿Nimbluzz? ¿El legendario
Nimbluzz?
Aquel rostro joven, de
pelo platinado tirado hacia atrás y sus ojos azules le recordaron a Kait.
Nimbluzz se acercó donde el Errante y le extendió la mano.
—¡Vamos! ¡Es la hora!
Una vez en la casa de
Nimbluzz este fue por unas vendas y gel aséptico. Necesitaba curar las heridas
provocadas por la pedrada. Sin embargo el Errante aún estaba escéptico. No
podía confiar en él.
—Disculpa que te lo diga
así. No creo que puedas llegar a ningún lado de esta manera. (Altea vio que el
Errante joven bajaba la cabeza y asentía) Tengo la solución para tí: Vendas.
Sí, las vendas cubrirán ese cuerpo y podrás llevarlo orgullosamente. No lo
pienses más. Permíteme ayudarte.
La imagen se difuminó y
apareció un joven Nimbluzz junto a otros guerreros de todos los mundos. El
Errante de la visión observaba como su amigo se dirigía a la guerra. ¡No! ¡¿Por
qué?!
«La guerra en el Yggdrasil
se volvió muy violenta —relataba ahora el Errante—, pero yo no morí. Sin
embargó tuve que volver a este mundo y encontrarme con Ayamis. Ambos nos
enamoramos, sin embargo, nuestra diferencia de edad pudo más y, como ella
ejercía el sacerdocio, opté por recluirme junto a ella».
—No podemos seguir así
Errante —dijo Ayamis—. ¿Qué pensará el pueblo? Además tu cuerpo no deja de
supurar.
—Acaso —la voz del Errante
sonaba triste—. ¿Pretendes? Ya entiendo...
—¿Qué haces aquí? —la voz
sonaba fría—. ¿Cuánto tiempo llevas aquí?
Altea vio la imagen tan
nítida como si estuviera allí.
—¿Astinus? —dijo Ayamis
observando a un lado y a otro—. No eres quién para prohibírmelo Astinus, tu y
yo ya no...
—¡Silencio! Veremos que
dice el Orador de los soles. No creo que le agrade.
«Sin embargo el orador me
perdonó la vida, para bronca de Astinus. Pronto Ayamis tuvo una hija: Sí, vos
sos la hija de Ayamis y Astinus. Sin embargo fuiste prueba del acceso carnal
entre la profetisa y el guerrero, ya que aún no era uno de los siete sabios.
Por esa razón Astinus no te dejaba aprender magia. Hemos terminado el
entrenamiento».
Altea abrió los ojos.
Estaba echada en el suelo con los ojos brillantes por las lágrimas. ¡Maldito
fuera su padre! ¿Por qué nunca se lo había contado?
Escuchó pasos. El Errante
la miraba con sus ojos inescrutables.
—Parte del entrenamiento
era saber tu historia, ha pasado un día entero desde que empezaste el
entrenamiento. Ahora debes dormir. Descansa. Pronto te reunirás con tu padre.
Tengo ese presentimiento.
IV
Coral había vuelto a su
forma de guerrero elfo. Los Cazadores Solares aun no daban con Hilidan
(¡Maldito fuera el oscuro!) ni con Crushank. Parecían haberse esfumado. Además
el pueblo reclamaba a un nuevo líder. Coral se había propuesto a sí mismo como
próximo Orador ya que el orador antiguo no había renacido.
Los elfos solo renacen si
mueren naturalmente. Si son asesinados, cosa que va en contra de las leyes de
Ayamis, no renacen.
La mitad del pueblo
lloraba al viejo orador. Lo había sido desde antes del Ragnarok y ya estaba
viejo. Sin embargo, Coral no era el único que se presentaba como próximo
orador: Jiyande también lo hacía. El guerrero contra el mago. Coral era
poderoso pero no al nivel de Jiyande.
Además la reputación de
Jiyande era mucho más alta que la de Coral. Por supuesto que Jiyande había
vivido muchos años y conocía de traiciones.
El consejo de los siete se
reunió.
—¡Bienvenido hermanos
míos! —comenzó Coral—. Estamos aquí reunidos con la desgracia en nuestros
hombros. Aquel al que llamábamos Orador ha desaparecido de este mundo para
nuestro pesar, y hoy aquí deberán elegir a un nuevo líder. Aquel que se ha
presentado a dar calma a nuestros seres queridos: Astinus; o aquel que estuvo
entre las filas desde que nació: Jiyande. Comencemos con la votación.
En cuestión de minutos la
votación hubo de estar terminada. El elegido fue Coral. La primera parte del
plan estaba lista.
V
«¡Guau! No pensé que los
solares tuvieran una gran biblioteca, deben tener de todo aquí. Pero debo
concentrarme. Yo soy Kisan y tengo una orden del Orador de los soles para ver
lo que hay en esta biblioteca. Allí está, esa debe ser. ¿Está la puerta entre
abierta? Me acercaré a observar. ¡Oh! ¡Menos mal que es él!».
Kinian se hallaba aún bajo
alarma por el caos producido por el oscuro falso. La guardia estaba en alto.
Las fronteras estaban cerradas y los escudos mágicos detectarían cualquier
invasión por tierra.
Hacía mucho que no
combatían.
El orador los había
mantenido lejos de la guerra. No eran como esos sucios oscuros.
Un elfo observó a otro por
debajo suyo. Aquel elfo estaba subido a una rama. Esta raza no se animaba a
tocar el suelo y aquellos que antes lo habían hecho... El elfo movió la cabeza
negativamente. Todavía recordaba a su prima. ¿Cómo era que se llamaba? Como
sea, su prima había huido con otro elfo de clase inferior y a él lo mandaron al
país del destierro mientras que su prima fue ejecutada al igual que aquel bebé.
—¡Algo se mueve hacia el
norte! Parece ¡No! ¡Es imposible!
El fuego quemó el bosque a
su paso. La frontera había sido devastada.
Como si el miedo se
sintiera en el corazón de todos, el contingente elfo ordenó la evacuación.
Deberían comunicarlo al líder mediante el ave. El elfo tocó el ave y está
asustada salió volando. Unas llamaradas enormes sacudieron las defensas de
Kinian. ¡Era Él! ¡Él!
VI
Los seis sabios restantes
y el Orador de los soles observaban las imágenes. Eran confusas, sin duda, pero
lo mostraban tan claro como si estuvieran ahí. Sisco fue el primero en hablar.
—¿Qué nos dice esto
Orador? ¿Qué debemos hacer?
Coral tomó el control de
la situación.
—Saben perfectamente que
hacer en esta situación. Hay que liberarlos.
El rostro ceniciento de
Sisco miró de reojo a los demás del círculo.
—¡No podemos hacer eso!
¡Los hemos encerrado por mucho tiempo!
—¡SILENCIO! —gritó Lagash
con su voz sibilante—. Si no hacemos algo, todos moriremos, y ellos se quedarán
para siempre en este mundo. ¿ACASO VAMOS A PERMITIRLO? —gritó y todos
concentraron su mirada en él—. ¿ACASO EL TIEMPO LOS HA VUELTO COBARDES?
Se miraron unos con otros.
Lagash tenía razón en lo que decía. Pero no podían. ¿O si podían?
—Daré la orden. ¿Alguien
que se oponga?
Nadie contestó. Solo había
una cuestión. ¿Quién habría de hablar con ellos?
VII
Lagash caminó por la
cueva. Todo salía a la perfección. ¿Qué más cabía esperar? Después de todo era
el plan de «Los ojos». Esos malditos elfos. Lo habían creído uno de ellos (aunque
en cierto punto lo era) y ahora le daban la llave de la venganza. Solo tenían
que esperar.
Siguió caminando por la
cueva oscura, aunque más que caminar era una especie de arrastre. Se sentían
ruidos allí abajo. Como una agitación.
—¡Por fin has llegado! —dijo
una voz hueca—. ¿Acaso desean morir... o tal vez que los ayudemos?.
—Ustedes no harán nada de
eso —dijo la voz sibilante de Lagash—, vendrán a una guerra y la victoria será
de ustedes.
—¿Acaso quieren que los
perdonemos después de todo lo que nos hicieron? —dijo la misma voz hueca—. ¡Oh!
Ya veo. He visto tu corazón. Sé tu secreto. Obedeceremos tus órdenes y tú nos
premiarás. Nos darás Midgard. Ya casi puedo oler a los malditos Morganitas. La
sangre correrá... oh sí.
—¿Es un trato entonces? La
victoria sobre sus enemigos a cambio de su liberación.
Y la puerta del mal se
abrió.
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