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Crónicas de Midgard, Volumen 1, Libro 3, Capítulo 1 - ¡Reunión en el bosque secreto de Midgard!
I
Caminaban por allí en la madrugada. Habían escuchado cosas extrañas que sucedían hacia el sur.
Hombres en extremo esplendorosos que se convertían en seres diabólicos al comer la carne (Humana preferentemente, pero daba lo mismo) observó a su compañero y lo interrogó al respecto.
—¡Patrañas! —dijo su compañero y buscó el camino entre la maleza. Parecía muy concentrado en la búsqueda de aquello—. ¡Lo encontré! ¡Es por aquí! ¡Lo sabía! ¡Lo sabía!
Los dos amigos se miraron contentos. Sin embargo algo preocupaba al primero de ellos, estaban yendo hacia el sur.
Estos dos personajes se llaman Chris y Chaos. Chris era el primero de ellos. Alto, de porte principesco y caballeroso. Sus bigotes y sus pelos rubios eran típicos del linaje nórdico.
Chaos, sin embargo, era pequeño, pero su coraje era absoluto y sería capaz de dar la vida por un amigo. Estaba bien afeitado y su rostro, de ojos astutos y vivarachos, era de un color pálido.
—Hemos llegado —dijo Chaos en voz baja—, pero debemos ser precavidos si no queremos terminar como Syrup.
Chris pensó en la gente de Syrup. Un poblado entero prendido fuego. ¿Quién podría haber sido responsable?
Sabía quién se escondía allí. Estaba todo en manos de Ishtar, si es que había logrado soltarse de aquel hechizo, claro.
—¡Ey! Escucha.
Chris se escondió entre el matorral. No había luces en «La casa» abandonada en aquel campo desierto. Todo parecía tranquilo. ¿Habrán sido los primeros en llegar?
Chaos suspiró. Era tal como había dicho el líder.
«Esperen cinco minutos y salgan de su escondite».
El tiempo señalado pasó y Chris saltó de los matorrales portando su hacha de guerra mientras que Chris sacó una especie de silbato. Nadie más salió de los arbustos. Eso era bueno. Ninguno de los dos guardó el arma. Caminaron hacia la puerta oxidada que separaba el bosque de la casa. Entraron en silencio y la cerraron detrás de ellos. Dos velas se encendieron en una mesa cuadrada.
—Ishtar... Siempre dejando su magia donde va. ¡Qué tipo! —Chris y Chaos entraron después de guardar las armas y se movieron lentamente hacia las velas.
Estaban ubicadas una frente a otra.
Esperaron en silencio y poco a poco fueron llegando.
Las caras eran las de siempre. Aunque había algunas nuevas. Pero aún faltaba el líder de la corona.
—Dudo que venga —comentó un ser dueño de una paz en la voz que dejaba ver que había pasado largo tiempo allí—. Es hora de presentarnos y tomar un nuevo líder.
—No tan rápido. ¿Cómo sabes que el líder del clan no va a venir?
—He oído que fue capturado por los minotauros en una excursión a Gujhalorn...
Una mujer adelantó su feo rostro adornado con una verruga y dijo en voz de complicidad:
—No solo eso, he oído que tuvo que cruzar el monte de fuego...
La palabra Crushank se dejó escuchar. La vieja dama volvió a hablar:
—Según mis averiguaciones, él fue capturado por el dragón Morganita y por «Madre». —Los murmullos, algunos coléricos, se elevaron en tono—. Sí, los morganitas están aquí, en el sur. Suerte que no conocen este lugar.
Un hombre se paró de su asiento y tomó un rollo manuscrito. Todos lo observaban.
—El juramento de la orden de la rosa negra saliendo del Yggdrasil nos comprende como caballeros, y damas, y debemos asegurarnos de que estén todos y en el caso que no lo estén, nombrar o buscar suplentes.
Esta es la lista: Cinthia de Hujear; Diodoro de Vilas; Chris de Northcold; Chaos de Adberich; Matriel de Celestia; Galpax de Urika y yo: Mondo de Kinian. El líder firmante es Lord Metin.
—Y estoy aquí.
Sin previo aviso se materializó de una forma que nadie esperaba.
—Comencemos la reunión por favor, no dilatemos más el tiempo.
El joven Metin vestía un sacó de frac ya que allí hacía mucho frío. Sin embargo sabían que prender un fuego seria su peor error. Su pelo negro y sus ojos vacíos de expresión confirmaron que era él.
—Lord Metin —dijo sin la menor sorpresa Galpax, la caballero entrada en edad—. Lo creíamos...
—¿Muerto? Pues no. Nunca estuve más vivo que ahora. Veamos. ¿Han visto el cielo verdad? ¿Qué opinas, Diodoro?
Diodoro se retiró la capucha y dejo ver un rostro apaciguado pero contorneado por los años.
—¿Quiere mi opinión? Se la di hace mucho tiempo a su padre, Lord Metin. Si mal no recuerdo. Le dije que esto podría llegar a pasar. Aunque no debe ser sorpresa para usted ya que ha ido a ver a las Nornas. ¿Se encuentran ellas bien? —Lord Metin asintió—. Ya veo. Seguramente ya sabrá lo que he de decir, pero también supongo que querrá escucharlo.
Metin lo observaba sonriendo. El viejo Diodoro. Siempre suponiendo. Este continuó:
«Las puertas de Niflheim se abrirán y Hela entrará en Midgard reclamando lo que le pertenece. Y el mundo Nórdico lo sentirá en las raíces del Yggdrasil por segunda vez cuando los animales se revelen a la voluntad de la conciencia y devoren carne que no existe sino solo en su mente».
—¿El libro de Nimbluzz? —inquirió la joven Cinthia—. ¿Acaso esa frase se ha cumplido?
—Así es. Veo que eres nueva... ¿Tu nombre es Cinthia? ¿Verdad?
—Así es. Mi abuela perteneció al clan de la rosa negra y me reveló el sentido de mi existencia y mi duro entrenamiento justo al morir.
—Bueno, creo que debe hacer el juramento —dijo Lord Metin a Diodoro—. ¿Verdad que sí?
Cinthia se puso de pie torpemente casi volcando la mesa. Se disculpó rápidamente.
«Juro ante la caballería del clan de La rosa negra saliendo del Yggdrasil batallar con cualquiera que amenace este mundo o cualquiera en el que yo residiera o supiera de su existencia. Que la palabra de Nimbluzz y su memoria no se desvanezcan en vano. Si así no lo hiciese culpa de mis actos de egoísmo, que la conciencia de mi alma imperecedera se sumerja en el infinito Helheim por siempre».
No hubo lugar para aplausos. Metin ordenó comenzar con la reunión. Se puso en pie después que todos se sentaron.
—Henos aquí reunidos los ocho restantes para la venida del nuevo mundo. Este lugar, el que llamamos Midgard o tierra media, y el resto de los mundos se hayan en peligro.
Al parecer Ishtar no ha podido controlar al rey dragón Jimba y este está juntando a su séquito. Los reyes dragones no esperarán el segundo Ragnarok. Simplemente destruirán todo a su paso. Por otro lado, «Madre» no se contentará con que matemos a sus hijos.
Como todos saben, nuestra orden fue la que encerró a los Morganitas en las tierras del espejo. Sin embargo ellos no recordaban lo que eran: Simples animales salvajes convertidos en humanos por el gran Nimbluzz.
En estos momentos los Morganitas están recuperando su libertad y nosotros no somos lo suficientemente fuertes para hacerles frente. Debemos buscar aliados y una cosa más...
Todo esto lo decía mientras daba vueltas a la mesa. Se detuvo en seco y miró los cofres que estaban en un rincón, oxidados y polvorientos.
—Señores, sus armaduras les aguardan al igual que sus armas y escudos. Pasados de generación en generación los protegerán. Debemos hacer grupos de a dos. Las Nornas ya han elegido los grupos y me han dado este papiro:
«Cinthia y Matriel. Irán al norte buscando aliados. Chris y Chaos irán al este en busca de provisiones. Galpax y Diodoro pedirán asilo para los heridos en las tierras del oeste. Y Mondo y yo haremos una parada en Kinian. Vístanse y que la gloria los acompañe en la batalla».
Todos, lenta y pesadamente, como si el mundo que se aproximaba no les fuera digno de ver, se pusieron en pie. Cuando los tres principales grupos se vistieron de acuerdo a su traje y legado, solo quedaron Lord Metin y Mondo. Este último optó por sacarse la capucha.
Se miraron y los ojos vieron más allá de todo. Un alma tan pura no podía oler a muerte. Pero Mondo sabía que eso es lo que él era. Recordó a Tisha y como indujo a la giganta a tomar represalias contra el rey Oscuro en Alflheim. «Si no te quiere dale muerte» le había dicho.
Al enterarse de la muerte del rey y la nueva asunción de su hijo optó por el país del destierro donde conoció a Ayamis. Lamentablemente sucumbieron ante los placeres carnales y «Madre» los exilió a aquel frío mundo. Por eso había optado por cambiarse su nombre original a Mondo por su exilio en un mundo diferente.
—¿En qué piensas? ¿El pasado? —como siempre, Lord Metin iba un paso por delante suyo—. Haces bien. No se puede olvidar quien es uno ni de donde procede. Sus orígenes. Sus pecados. Además en aquella ocasión advertiste que algo andaba mal y decidiste fugarte. Eso no es de cobardes. Es muy sabio de tu parte; y que no lo hayas olvidado todavía después de tantos años significa que tú aún buscas a tu pueblo. Por eso... —la voz de Metin se hizo cuidadosa y pausada— ... Iremos a Alflheim.
Mondo quedó petrificado en su lugar con la boca abierta. Luego de lo que pareció una eternidad, y tomara un poco de agua ya que se le habían secado los labios, optó por preguntar, pero Metin se le adelantó:
—Ha pasado mucho tiempo, ¿verdad? No sé en tu mundo, pero en Midgard el tiempo pasa rápido. Si no nos perdonamos, si guardamos rencor, ¿Qué futuro nos depara? ¿Acaso no es eso lo que protegemos?
—Lord Metin...
—Confía en mí. Las Nornas han visto una posibilidad y creen en ella. «Si el Yggdrasil va a caer, necesitamos un líder fuerte en Midgard y otro en Alflheim, con el fin de sostenerlo aún un tiempo más» dijeron las Nornas. ¿Acaso te opones a ello?
Mondo estaba paralizado de miedo. No se atrevía a moverse. Había jurado lealtad a Nimbluzz y a su líder. No podía echarse atrás.
—Será como usted diga señor. Volveré y reclamaré mi trono como Orador de los soles.
—Bien. Prepara los caballos. Debemos llegar a la ciudad del espejo por el túnel Grannel que pasa justo por debajo de su mundo. Al parecer Nimbluzz sabía que esto iba a pasar y preparó la alternativa. El Hëre Frost, antiguamente protegido por Nitsurg, el gran clérigo de Odín, que luego fue convertido en Aesir, es nuestro camino. Pero aún es de día y el Hëre Frost está más bien al sur. Iremos de noche. Prepara tus cosas Mondo.
II
Mientras tanto...
En Alflheim, un elfo oscuro es culpado de asesinato y de pecar contra Ayamis.
El Errante entrena a Altea en la magia y Gerard se revela como Nimbluzz, el antiguo Nigromante de quien desciende Kait quien en realidad es Jimba el rey dragón.
Por otro lado, Crushank había sentido su presencia desde que se dejara derrotar en el monte de fuego por Kait.
Aunque Jimba, quien estaba atacando Kinian con sus llamaradas indómitas, no parecía ser alguien a quién él conociera en el pasado.
—¡Ey! ¡Niño! —Un elfo oscuro salió de entre la espesura—. ¿Qué haces solo por aquí?
Crushank iba a decir que no era un niño pero no le convenía.
—¿Cómo te llamas?
—Odi, soy un elfo extraviado. —Se preguntó si su treta funcionaría—. He escuchado las alarmas pero no las comprendo. ¿Por qué suenan tres?
—¿Qué clase de elfo eres? Te lo explicaré. La primera campanada es contra alguien que se ha revelado contra los Solares. La segunda es la campana de búsqueda. El escuadrón de guardia de los Solares está en su búsqueda. Y la tercera, y la que más me preocupa, estamos bajo ataque. He oído, por supuesto sin querer, que un dragón ha sido visto cerca de Kinian. Al parecer... —y tragó saliva— ... Jimba ha vuelto.
—¿Y eso es malo?
—Peor que malo. Los señores dragones se unirán en una guerra contra nosotros y nos desollarán vivos. Por cierto mi nombre es Hilidan.
—¿A dónde te diriges?
—Al país del destierro. Estoy tratando de probar algo a alguien y necesito hablar con Rashem o en su defecto con Ayamis. Bueno, niño, vuelve a tu árbol.
Hilidan continuó su camino pero Odi lo siguió de cerca. ¿Quién era aquel Oscuro? ¿Quiénes eran Rashem y Ayamis? Tenía que saberlo.
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