(Ilustración de Tatii Lange)
"¡Taroland, ese es el nombre perfecto!"
Glob Suspiró.
Llevaban horas dándole vueltas a aquello. Más bien dicho, aquella alimaña política llevaba horas dándole vueltas. Taro Kimoshita, gobernador de Pixelcity, dolor de cabeza ambulante.
"¿Esto es witnesswood, esa legendaria madera? ¡Es preciosa, seguro que quedaría genial en mi despacho! ¡Belleza de este nivel debería ser propiedad del gobierno por ley! ¿¡Puedes imaginar la cara de felicidad del contribuyente al ver el palacio del gobernador decorado con esta madera!?"
"No"
La respuesta de Glob fue seca y física. La patada hizo volar a aquel enano bigotudo por los aires. Aterrizó de morros pero aquello no le impidió seguir hablando. Al parecer era una especie de don, hasta de debajo del agua podían llegar sus palabras. Glob maldijo su falta de suerte.
"¿Ves? Este es el tipo de actitud que no nos deja avanzar en nuestro propósito común. He venido con la ilusión propia de quien tiene un proyecto vital abrumador. ¡La Gran Felicidad! Ese sacrificarse por el bien del prójimo que nos traerá un mañana mejor..."
"¿La Gran Felicidad? ¡La Gran Mentira!"
"¿La Gran mentira? Eso es que no te la han explicado bien. La Gran Felicidad es algo tan simple que el guerrero común se la puede tragar sin apenas masticar. Leyes para poder encajar en la sociedad sin molestar demasiado. Normas de cortesía para poder interactuar de forma socialmente adecuada. Un gobierno capaz de transformar el oro del contribuyente en obras y espectáculo a raudales..."
"¿Y por eso quieres transformar nuestro gremio en un parque temático?"
"Ya sabía yo que nos acabaríamos entendiendo. Porque..."
La lengua de aquel enano bigotudo siguió encadenando palabras vacías. Glob suspiró. ¡Llevaban días así! Aquella alimaña política había llegado diciendo que lo sentía mucho, que estaba atado de pies y manos en aquel asunto. Se habían aprobado unos impuestos a las Leyendas que se recaudaban retroactivamente. ¡Había que pagar! La ley era tan injusta como justa, Taro lo sabía de primera mano porque la había redactado él mismo... ¡Pero como Gobernador de Pixelcity era su deber y obligación robar a todos los votantes por igual!
"No vamos a transformar Rainbowtale en un parque temático."
"No seas tozudo, hay que tener amplitud de visión. Es la mejor forma de pagar los impuestos atrasados recién aprobados. Piensa en ese guerrero que se levanta a las seis de la mañana para ir a farmear. Para él poder envidiar la vida de Leyendas en primera fila sería una experiencia única..."
Glob suspiró. Ese grupo de desconocidos que un algoritmo juntó para hacer una misión había devenido en el Gremio más próspero de Pixeland. Alrededor de la taberna donde se reunían había crecido una micro ciudad. Todos los miembros habían construido sus viviendas cerca por pura comodidad. Ahora un politicucho quería convertir su lugar sagrado y sus hogares en una de esas monstruosas ciudades turísticas. ¡Nunca!
[Has roto el sello del pergamino tormenta de dragones]
Había guardado aquel ítem durante décadas. Solo abrir en caso de emergencia demoníaca, eso ponía en el sello.
"GLOB, SEÑOR DE LA MUERTE, ACUDIMOS A PAGAR LA DEUDA. ¿DÓNDE ESTÁ EL ENEMIGO A DESINTEGRAR?"
Glob miró al recién invocado dragón y dudó. Que fácil sería señalar a aquel politicucho... Dudó y volvió a dudar... pero en realidad aquel no era su estilo.
"Nada de enemigos. ¡Rainbowtale se muda a la costa!"
Los dragones se miraron extrañados, pero una orden era una orden. Fundieron y picaron roca hasta que toda la micro ciudad que era Rainbowtale estuvo lista para la mudanza.
@AlbertAntunez
—¿Otra tierra devastada? —dijo una voz que retumbó el suelo y el aire.
—Otra —respondió el rey.
—Algún día me negaré, lo sabes.
—No hoy, aún me debes la vida, dragón.
—¿Cuántas he salvado cada que muevo tu reino entre mis garras para que puedan alimentarse?
—No las suficientes.
@AngedrA_Gon
Se había acabado: aquella ya no era la tierra a la que sus antepasados llegaron. No había paz ni simpatía. Sus vecinos venían con lanzas y antorchas.
El coloso cogió su tierra y su castillo entre sus garras, y alzó el vuelo. Tendrían que encontrar un hogar en otra parte.
@Athalias_
El tiempo está desordenado pero debes luchar contra el dragón aunque te arranque el corazón, esa tierra latente y llena de vida que no se detiene. Si levantas la vista y observas el abismo no temas lanzarte ya que aunque haya muchas maneras de saltar, lo importante es hacerlo.
@AurelianoRocam1
Cansado de ser atacado en su guarida. El dragón decidió acabar de raíz con sus acosadores arrancando de la tierra el castillo, llevándolo hasta una tierra desértica, plagada de enemigos humanos con los que podrían dar salida a su ardor guerrero.
@CocheMandarino
Muchos caballeros, paladines, y hasta picaros, procedentes de las diecisiete esquinas del mundo, acudían cada estación a rescatar a la princesa de las garras del fiero dragón. Pero siempre pasaba lo mismo, en cuanto la bestia olía peligro, agarraba el castillo y salía volando.
¿Cobardía acaso? No exactamente. En verdad al dragón le entraba miedo cada vez que uno de esos hombres se acercaba, mas por quien temía era por la princesa, quien era su amada.
El suyo era un amor prohibido, y si se descubría que ella en realidad se había fugado -con la casa a cuestas, ya de paso- seguramente sería condenada a muerte o algo peor. Por ello los peculiares amantes debían huir constantemente, con la esperanza de que algún día les dejarían en paz.
Su único consuelo era la criatura que crecía en el vientre de la princesa, que por el derecho de su madre reinaría sobre la humanidad, y por el del padre mandaría a todo monstruo habido y por haber. Sí, sin duda, cuando su hijo se irguiera como gobernante supremo, nadie se atrevería a perseguirlos, juzgarlos, y mucho menos, a cuestionarlos.
@CristiancHessel
Con tal de perpetrar la venganza largo tiempo meditada, renuncié a mi humanidad, al menos externa. Pues dentro aún sentía dolor y, mi corazón, más cómodo en el cuerpo de un dragón que en el de un niño de siete años, solo gozaba al escuchar los gritos de quienes me engendraron. Ahora era capaz de levantar la casa de aquellos que me habían criado en odio sin ningún esfuerzo. Nadie volvería a tocarme jamás, nadie abusaría de mi inocencia ahora muerta. Me desprendería de toda esa pena con la facilidad con la que dejaría caer estos despojos al vacío, al olvido de una muerte que tarde alcanzaría con sus gélidas garras a estas alas capaces de cubrir el mismo sol.
Pasé de tener como cama los suelos a que mi único límite fueran los cielos.
@DanielADPerezD
De un momento a otro las nubes que solo parecían eso, nubes sobre el reino, se deformaron de una manera abrupta y las enormes alas del dragón recortaron el cielo con grandes bocanadas de fuego que asediaron las viviendas, ni catapultas ni flechas, ni lanzas que se derritieron como el plástico alcanzaron para que al fin se llevara el castillo del rey entre gritos y alaridos del cañón.
Ninguno de los dos dragones fue herido. Una legión de caballeros los siguió hasta las montañas.
El mundo se hallaba en guerra. Unos contra otros. Matándose, proclamándose unos soberanos de las tierras de otros. Todos querían poder, excepto un pequeño reino, donde la gente vivía en paz con unos y otros, al ver cómo estallaba aquella guerra global, rezaron a sus dioses.
Los cuales mandaron a su más fiel mensajero, el dragón más poderoso de todos los de su especie. Por orden de los dioses, este arrancó el reino de la tierra la cual les dejó ir sin oponer resistencia, y el dragón elevó el reino hasta los cielos.
A cada uno de los habitantes les comenzaron a brotar alas de la espalda, ahora con el dragón como su protector y usando su magia, crean su propio reino entre las nubes, cada vez más inmenso.
La princesa miró hacia arriba sin comprender del todo que estaba pasando, un dragón de alas rojas les llevaba en el aire, a ella y a medio reino. Todo parecía una horrible pesadilla. Escucho a los arqueros lanzar sus flechas pero nada. El dragón no se detuvo.
Siguieron lanzándole flechas, pero no consiguieron que parara. Desde el suelo se escuchaban los gritos de la gente, que los miraba asustados, sin entender que estaba pasando. El dragón había llegado a su reino esa noche, tras horas de disputas y de peleas en las calles.
Su padre anunció que era obra de algún hechicero del reino, molesto por las nuevas leyes que controlaban los viajes. Sin su permiso no podían ir. La princesa estaba convencida de que aquello era algo más que una venganza, alguien estaba tras ello. Pero había algo más.
A lo lejos vio otro dragón, blanco y gris. Que se acerco gritando. El dragón que les llevaba comenzó a sangrar por las patas, culpa de los guerreros del reino que habían comenzado a clavarle sus espadas sin piedad una y otra vez. El dragón lloró, grito y se tambaleo en el aire.
No sabía que pasaba, pero la princesa corrió al castillo, donde su padre lleno de rabia y molesto hablaba con el resto del congreso de sabios. En opinión de la princesa la mayoría eran inútiles que no miran más lejos de sus propios deseos. El rey era amigo de todos ellos.
Con miedo se acercó a su padre y a su querida hermana mayor que estaba junto a el y al otro lado de la mesa su madre, que estaba dando golpes y exigiendo una solución. Otro tambaleo fuerte sacudió todo. La princesa habló con su hermana y trataron de hacer ver a su padre, que tenían que hacer algo o el dragón iba a soltarles desde el aire y eso sería peor. Estaban a metros del suelo. Era un completa locura, al final su padre ordenó que pararan y los guerreros le miraron como si dijera una tontería. Pero mantuvo su orden. Lucharon con el dragón, tratando de bajar poco a poco, sacudiendo y controlando sus alas. Tras horas de lucha, consiguieron bajar a tierra. La princesa se sentó en el suelo, llorando. Los guerreros fueron en busca de los magos del reino, bajo orden de sus padres. Estaban a horas del reino.
Las princesas se abrazaron, estaban a varias horas del reino. Escucharon gritos de dragón lejos del bosque, miraron al cielo y vieron a los dos dragones luchando en el cielo, uno de ellos se impuso y se llevó al dragón rojo en sus patas traseras, mientras miraba el suelo y las miradas de las princesas se cruzaron con los ojos tristes del dragón que no eran negros, ahora eran azules zafiro, parecía que estaba asustado y las princesas se miraron y se abrazaron. Los guerreros le salvarían. Seguro. Las princesas confiaban en sus padres y en su orden.
La sangre de los elfos cada luna llena de octubre ya no le era suficiente. Decidió tomar el castillo entero y saciarse con los príncipes y doncellas que en él residían. Ancaragon voló llevando consigo el castillo. El linaje de los elfos estaba perdido.
El azul infinito visto más de cerca que nunca. Un temblor que sacude las mismas raíces de mi tierra. La velocidad de movimiento que nunca he conseguido con animal alguno...
Todo ello por ser un granjero, una mínima hormiga que tiene entre sus garras un dragón, pero no solo yo sino todo mi reino.
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